13 de marzo.
Primer Domingo de Cuaresma

PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro del Génesis 2, 7-9; 3, 1-7.

El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además, el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.

La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho.  Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?»

La mujer respondió a la serpiente: «Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: ‘No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte’.»

La serpiente replicó a la mujer: «No moriréis.  Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.»

La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.

Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.                       

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 50.

Antífona: Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa,
lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso. 
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

SEGUNDA LECTURA. 

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos 5, 12. 17-19.

Hermanos:

Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo.  Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación.

En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 4, 1-11.

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo.  Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.

El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.»

Pero él le contestó, diciendo: «Está escrito: ‘No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’.»

Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: ‘Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras’.»

Jesús le dijo: «También está escrito: ‘No tentarás al Señor, tu Dios’.»

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras.»

Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: ‘Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto’.»

Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

Comentario a la Palabra:

Para ser tentado por el diablo

La idea de la tentación responde a un dato peculiar de la religión bíblica: la relación de Dios con la humanidad  y de la humanidad con Dios es una pelea continua en la que se pone a prueba, se tienta, la condición del adversario, sus propósitos, su actuación en el mundo, su coherencia.  Es más que una metáfora, como demuestra la oración del israelita quejándose y pidiendo cuentas a su Dios.  La queja o lamentación es el género más representado en el Salterio.  “¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te escondes en el momento del aprieto? … Levántate, Señor, no te olvides de los humildes” (Salmo 10, 1. 12).  Más realísticamente se representa el mano a mano con Dios en la pelea de Jacob con un ser misterioso en la noche (Génesis 32,25-33).  Jacob no lo quería soltar hasta que le revelara su nombre, pero el otro se vengó dejándolo cojo para el resto de sus días, para que recuerde que con Dios no se juega  ni se vence.

Según el Manual de Disciplina, uno de los escritos más importantes de la comunidad de Qumran, contemporánea del Nuevo Testamento, la humanidad se divide en dos categorías: los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas.  Así se describe la situación conflictiva en que se encuentra la persona creyente, solicitada en todo momento por las fuerzas del mal a pasarse al bando de las tinieblas.  La triple tentación de Jesús en el desierto es reflejo de nuestra fragilidad ante la seducción del mal.

La primera lectura nos recuerda que la tentación es tan antigua como la misma humanidad.  Aunque no se utilice el vocabulario de la tentación (nasáh), se describe a la primera pareja como “desnuda” y, de momento, desvergonzadamente.  Hasta que apareció el mal, bajo la forma de un animal también “desnudo”, sin pelos ni plumas, pero que en su “desnudez” ocultaba una “astucia” en grado máximo.  El término hebreo con que juega el redactor, ´arum, puede significar ambas cosas a la vez: desnudo y astuto.

La humanidad se encuentra desnuda, desprotegida, ingenuamente confiada, como está la infancia expuesta a la perversión del malvado.  Una humanidad ingenua se deja engañar.  Jesús recién bautizado se deja tentar.  ¿Por qué los evangelistas, especialmente Mateo y Lucas, describen con tanto detalle las tentaciones de Jesús?  Seguramente, porque describiendo las tentaciones del Maestro querían alertar a la comunidad cristiana y a cada cristiano en particular del riesgo de torcer el evangelio.

El relato de las tentaciones está compuesto sobre el texto de las tentaciones del pueblo de Israel durante su marcha por el desierto.  Jesús responde al tentador con frases del libro del Deuteronomio.  A la tentación del hambre responde con palabras de Deuteronomio 8,3.  A la tentación sobre el pináculo del Templo, en que el diablo utiliza palabras del Salmo 90,11-12, responde Jesús con el texto de Deuteronomio 6,16, que alude a la tentación de la sed.  La tercera tentación se rechaza con una frase de Deuteronomio 6,13, relacionada con la seducción de la idolatría.  El relato de la tentación se adorna como una discusión rabínica sobre el sentido de algunos textos del Deuteronomio y de los Salmos.

El evangelio de san Mateo quiere presentar a Jesús como auténtico israelita, ya desde su primera actuación pública.  Existía la convicción de que todo israelita debía superar individualmente las pruebas a las que fue sometido el pueblo en el desierto: el hambre, la sed y la idolatría.  La cláusula condicional (“si” o, mejor aún, “puesto que”, eres el Hijo de Dios), relaciona la tentación con el bautismo de Jesús (Mateo 3,13-17).  Jesús, “el Hijo”, responderá fielmente a la misión que Dios le confía, mientras que Israel, el hijo mimado por Dios (Oseas 2,11, texto citado por Mateo 2,15), respondió con una desconfianza endémica a través de la continua murmuración, el pecado de la marcha por el desierto.  La murmuración contra Moisés se equipara con el tentar o poner a prueba a Dios.  De hecho, Refidín, donde se sitúa la escena, recibe los nombres de Massá (tentación) y Meriba (enfrentamiento con Moisés, murmuración).

Rechazando el mesianismo milagrero al servicio del poder politico, Jesús se mantiene fiel a su misión.  Esa fidelidad no sentó bien a los que, según el tono politico de muchos textos del Antiguo Testamento, daban al Mesías la misión más temporal de restaurar del reino de Israel (Hechos 1,6).  Las tentaciones de Jesús se proyectan sobre las tentaciones que iban a apartar a la Iglesia de su misión en muchos períodos de la historia.  Tentador es el “diablo”, mencionado cuatro veces, o el “tentador”, una vez, o bien “Satanás”, en el rechazo final de Jesús.  Esta última designación recuerda el rechazo, casi en los mismos términos, con que Jesús corrige a Pedro, cuando éste pretendía apartarle de su misión:  “Apártate de mí, Satanás, porque quieres hacerme tropezar, ya que no piensas según Dios, sino con criterios humanos” (Mateo 16,23).

La tentación de Jesús que recordamos al empezar la Cuaresma induce a pensar en las tentaciones que rodean nuestra vida.  Jesús se hizo en todo igual a nosotros, “menos en el pecado”, como recuerda la carta a los Hebreos 4,15, es decir, Jesús tenía asegurada la victoria.  El momento de la tentación llegó para Jesús en Getsemaní y sobre todo en la cruz.  “Los que pasaban por allí” le retaban con una fórmula similar a la del tentador en el desierto:  “Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz” (Mateo 27,40).

Son tentaciones que cuestionan la orientación de toda una vida.  Para nosotros llegan cuando de pronto se desvanece nuestra esperanza.  Personas de fe lábil no se atreven a enfrentarse con Dios, sino que deciden abandonarlo, enojados con “su Dios”.  Es el falso Dios que hoy muchos presentan con una imagen empalagosamente dulce y amorosa.  El Dios de la tentación es el Dios exigente, a veces incluso cruel, con el que tuvieron que pelear los creyentes de fe robusta al sentirse abandonados.  Pero Él sigue con nosotros en medio de las tempestades de la vida.