2o de marzo.
Segundo Domingo de Cuaresma

Versión PDF

PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro del Génesis 12, 1-4a.

En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.»

Abrán marchó, como le había dicho el Señor.

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 32.

Antífona:
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo a Timoteo 1, 8b-10.

Querido hermano:

Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 17 1-9.

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.

Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»

Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»

Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.»

Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Comentario a la Palabra:

DESFIGURADOS Y TRANSFIGURADOS:
DESAFIOS EN LA ISLA RICA
Y EN LA POBRE

Este segundo  domingo de Cuaresma la Iglesia nos propone para nuestra meditación el evangelio de la Transfiguración. El pasado domingo lo hacía desde las tentaciones, desde los desfigurado, el lado oscuro del ser humano. Este desde el lado luminoso. Lo que no quiere decir que temporalmente  ocurriese en ese orden o ni siquiera históricamente, como en ocasiones se nos ha presentado.

Para nosotros coinciden lo histórico y lo real, para la Escritura no. Lo real transciende lo histórico porque comprende también lo que sucede y puede no ser visto a causa de mi superficial mirada.

La mirada profunda, capaz de captar la Realidad Mayor no siempre es fácil.
Existe también la tentación de instalarse en la comodidad de la luz. Es la tentación de este domingo: detenernos en el narcisismo del "¡qué bien!".

Si Jesús nos demostraba el pasado domingo que el ser humano puede ir más allá de los oscuros desafíos, porque no hemos sido creados para perecer en las pruebas que nos desfiguran... también éste nos viene a decir que hay una dimensión de la realidad que con frecuencia se nos escapa: que hemos sido transfigurados con Él. Le había ocurrido a sus amigos: iban con él, lo acompañaban, pero no habían comprendido lo más hondo de la persona que estaba junto a ellos. Fue necesaria la Pascua para comprender que ellos participaban también de esa energía.

¡Estamos tan necesitados de una experiencia de Pascua!

Ni lo solo luminoso ni la sola oscuridad definen lo humano, porque la persona se hace desde lo complejo, también con lo que nos sigue estando velado. Lo desfigurado que nos oscurece puede ser transfigurado para llegar a ser nosotros mismos. A ese desafío nos asoma el evangelio de este domingo. Nos invita a dar profundidad a nuestra mirada, a abrirnos a una comprensión mayor de la realidad.

Volviendo al texto de este domingo encontramos elementos que han aparecido con anterioridad en el A.T. y en el evangelio del bautismo de Jesús. Es una teofanía, un relato pascual muy elaborado, que viene a decirnos que en Jesús, y en cada uno de nosotros, hay una realidad que apenas atisbamos.

El Cristo transfigurado nos descubre lo no visible que nosotros entendemos como divino. Es en Cristo Jesús donde y con quien lo escondido de Dios y lo escondido de nosotros mismos se manifiestan. Para nosotros "la realidad es Cristo" (Col 2,17), aunque con frecuencia vivimos ajenos, se nos escapa, lo ignoramos. Este evangelio nos invita a entrar en esa realidad mayor.

El desafío viene de que no es una luz cualquiera, sino la luz que emite quien ama, quien está abierto, quien es verdaderamente humano.

En nuestro crecimiento no sólo tenemos miedo a la libertad, sino también a amar al estilo de Jesús. Pero nos transfigura esa manera de amar, pese al miedo. Escucharlo a Él es acoger la transformación que genera su Palabra.

Y cuando Dios habla es para llevar al fondo del ser, a la cima de la montaña, allí donde lo que me desfigura queda transfigurado.  Y nadie dice que esto sea sin trabajo, sin atención, sin vigilancia, sin sufrimiento ... hay que "descender". Hombre o mujer se nace, la persona se hace cuando se entrega.

Aparecen ante nuestros ojos este domingo el dolor, los desafíos y las esperanzas de dos islas: Japón y Haití. La rica y la pobre. Dos lugares desde donde nos llega la luz y la sombra que habitan al ser humano. El ejemplo de personas en una entrega total y también el de la más corrupta miseria humana. ¡Cuesta transfigurar lo desfigurado! Pero por ahí pasa la plenitud.

Jesús vivió transfigurado porque eligió amar poniendo a los pequeños en el centro de su vida. A cada uno de nosotros la misma dirección: la bondad, la compasión, la integridad, la libertad, los desiertos de la sed, las pruebas de la negatividad, pero abiertos al fondo luminoso de la persona y de la realidad.

1. ¿Qué me supone ver a las personas más allá de lo meramente superficial?

2. ¿Cómo cultivar una mirada que me permita ver lo transfigurado?

3. ¿Cómo liberarme del ego narcisista que detiene mi vida en la oscuridad que me impide ver una Realidad Mayor ?