18 de septiembre. Domingo XXV del Tiempo Ordinario

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro de Isaías 55, 6-9.

Buscad al Señor mientras se le encuentra,
invocadlo mientras esté cerca;
que el malvado abandone su camino,
y el criminal sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad,
a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis planes no son vuestros planes,
vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor–
Como el cielo es más alto que la tierra,
mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes.

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 144.

Antífona: Cerca está el Señor de los que lo invocan.

Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza.

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.

El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 20c-24. 27a.

Hermanos:

Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 20, 1-16.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido’. Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo.

Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ‘¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?’

Le respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’.

Él les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña’.

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: ‘Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros’.

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: ‘Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno’.

Él replicó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?’

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

Comentario a la Palabra:

Mis Caminos no son Vuestro Caminos

La parábola de los jornaleros llamados a trabajar en la viña y que luego reciben paga igual, a pesar de la diversidad en las horas trabajo, suscita con frecuencia el desacuerdo de nuestros fieles.  A trabajo distinto, salario distinto.  Parece ser una exigencia de justicia.

No se puede contradecir el principio.  Pero la parábola que, como es propio, alarga los términos de la paradoja, pretende introducir otra consideración, un punto de vista alternativo.  La parábola no viene a reforzar lo que nosotros pensamos y hacemos, sino que, por la novedad del Reinado de Dios, introduce una perspectiva y un lenguaje de cambio.  Si aceptamos que las cosas no tiene por qué continuar como siempre han sido, aceptaríamos esa invitación al cambio y no solamente para modificar ciertos factores, sino para encuadrar en una perspectiva nueva todo el sistema.

Para crear el nuevo encuadramiento del sistema, la parábola deberá modificar el contexto conceptual y emocional de la situación a fin de que corresponda mejor a los “hechos”.    Al “redimensionar” el marco de la realidad, se rompe la imagen con la que hasta ahora se venía operando y se abren nuevas alternativas.   Para realizar este cambio no sirve el lenguaje digital o discursivo, sino que hace falta un lenguaje analógico hecho de metáforas, de metonimias, de aforismos y que no tenga miedo a expresiones chocantes o ambiguas ni a los mismos juegos de palabras.   Hay que bombardear con todos los medios a mano los viejos baluartes.   La parábola puede realizar este “redimensionamiento” de la realidad cuando se dan estas tres condiciones: que la parábola verifique un cambio de contexto mediante el choque entre dos historias a fin de modificar la realidad cotidiana (la parábola de los jornaleros de la viña pone en crisis la concepción normal de la relación laboral sobre la base de un salario justo); que por ese camino ponga en cuestión la visión habitual del mundo (en la parábola del pródigo la fiesta por el hijo que vuelve a casa supera los límites de una alegría justificada); que, poniendo en crisis la visión habitual del mundo, abra nuevos horizontes y nuevas posibilidades de vida (en la parábola de los jornaleros se presume una relación de amor; en la del pródigo se abre un camino a la esperanza para aquel que normalmente ya no tenía nadie en quien esperar).

La parábola de los jornaleros llamados a trabajar en la viña no solamente desenmascara la injusticia de la regla férrea del “tanto aportas, tanto recibes” y abre un camino nuevo hacia el valor de la gratuidad, “tanto necesitas, tanto te aseguramos”, sino que además esa parábola pretende inducirnos a crear esa nueva relación, porque es la única en que realmente se puede vivir.   Si uno se deja introducir en la narración, comprenderá que solamente por ese camino puede conocer qué es el Reino, ya que la parábola que lo da a conocer está ya indicando de qué forma puede hacerse realidad.

Los fieles que se sublevan contra la paga igual para todos, sin tener en cuenta los méritos de quienes tuvieron que aguantar “el peso del día y el bochorno”, se ponen ante el texto para interpretarlo.  Es el viejo método de lectura.  Cuando la palabra es proclamada, es el texto el que interpreta y juzga nuestra vida.  El texto que necesitaba una explicación cede su lugar a lo que el texto se propone definir e iluminar desde otro ángulo.  De este modo el texto no se cierra sobre sí mismo, sino que dinamiza la palabra.  Lo que se dijo o escribió hace tiempo se hace palabra viva que interpreta nuestra forma de vivir.

Hace falta modificar nuestros hábitos de leer y de escuchar.  No hemos de atender a la lectura de la Biblia únicamente para “enterarnos”, sino que hemos de consentir en ser invadidos por una palabra en la que confiamos y que recibimos como “palabra de Dios”.

Ante un texto del evangelio nunca hemos de dar por sabido el mensaje, pensando que no podrá decirnos sino lo que hemos aprendido desde siempre.   En la antigua forma de utilizar los argumentos de Escritura dentro de la teología, se suponía que la Escritura vendría necesariamente a confirmar la verdad establecida de antemano por la sistemática.   La nueva interpretación de las parábolas exige que nos dejemos llevar y envolver por el texto.   La Escritura es un lenguaje de amor que proviene del Dios que me ama y con cuya palabra, en principio, me siento ya de acuerdo.  Comprendemos a Dios y los textos de la Escritura, no primariamente a través de la razón, sino a través del diálogo que Dios entabla con nosotros en nuestra vida.

Este diálogo con el texto comprende no solamente el momento en el que preguntamos qué quiere decir, qué mensaje trasmite, sino también el momento en el que nosotros escuchamos lo que personalmente, o comunitariamente en el interior de la tradición y de la Iglesia, quiere decirnos.   Mediante este proceso se consigue una verdadera metánoia o cambio de mentalidad.   Al mismo tiempo que el texto deja de ser un mensaje cifrado, el oyente de la palabra deja de ser el mismo que era antes, ya que, interpelado o cuestionado por el texto en su modo precedente de entender la vida, ha entrado en el camino de la conversión.

Es cierto que la parábola de hoy no se puede trasladar tal cual al campo de la justicia social y menos al ordenamiento político de la sociedad.  Pero hay muchos lugares de nuestra conducta en los que podemos superar el nivel de lo estrictamente debido. Podemos aplicar sin hacer injusticia un criterio de compasión y de bondad dándoles a los demás no lo que en rigor han ganado o han merecido, sino lo que de hecho necesitan.  De esta forma nos acercamos a ese camino que señala el modo generoso con que Dios nos trata.  “Hace salir el sol sobre buenos y malos y llover sobre justos e injustos”.  Por este camino podemos acercarnos al ideal de perfección de nuestro Padre celestial.  Siendo generosos, Dios será más generoso aún con nosotros (Lucas 6,38).