22 de enero.
Domingo III del Tiempo Ordinario
PRIMERA LECTURA.
Lectura de la profecía de Jonás 3, 1-5. 10.
En aquellos días, vino la palabra del Señor sobre Jonás: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.»
Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»
Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.
Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 24.
Antífona: Señor, instrúyeme en tus sendas.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, por que tú eres mi Dios y Salvador.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
SEGUNDA LECTURA.
Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios 7, 29-31.
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante.
Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.
EVANGELIO.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 14-20.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Comentario a la Palabra:
QUE YO CAMINE CON LEALTAD
Con una oración por nuestro amigo de Granada, Francisco Díaz Mingorance.
¡Tan querido! ¡Tan solidario! ¡Tan buena gente!
Porque hiciste tanto bien, ¡¡¡entra en el gozo de tu Señor!!!
Estamos en el tercer domingo del tiempo ordinario del ciclo B, y coincide esta fecha con el Octavario de oración por la unidad de los cristianos.
Queda mucho camino por andar hasta que llegue el día en que los cristianos hagamos realidad la petición de Jesús para que seamos uno. No por eso vamos a permanecer parados o confiando sólo en lo que las iglesias hagan o digan. Llega el tiempo de estar a la escucha y descubrir la pedagogía de Dios.
Estamos en el tiempo de orar para que “venga tu Reino” y de ayudar a Dios a “construir el Reino”. Jesús es el inicio de este tiempo nuevo, de esta nueva realidad. La comunión con Él es esencial.
El Decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II dice: “(La) conversión del corazón y (la) santidad de vida, unidas a la oración pública y privada por la unidad de los cristianos, debemos verla como el alma de todo ecumenismo”.
En la primera lectura se nos ha presentado la historia de Jonás y la ciudad que para atravesarla eran necesarios tres días: Nínive. ¡Esta vida son tres días, se dice en algunas regiones de España!
Nínive, la que conoció el pecado y la fuerza de la gracia. Nínive, la que experimentó que Dios no es amigo de solucionar las cosas castigando. Jonás anuncia una destrucción, un castigo, que Dios no va a realizar. La lógica de Dios no es la de los fundamentalismos. Dios ve lo bueno del ser humano y desdice los malos augurios de su profeta.
Lo que se espera del profeta es que no se detenga, que haga ese camino que son los tres días de toda vida, que atraviese la ciudad. Que el mal que vea en ella no lo amargue, no lo paralice. Que crea, mientras va de camino, en el valor que tienen para Dios la bondad y la vida.
En el evangelio de este domingo, san Marcos presenta a Jesús marchando a Galilea tras el arresto de Juan. Jesús reacciona, ante la acción del mal que ha encarcelado a Juan, anunciando la inmediatez de la Buena Nueva del Reino. Se fue a Galilea, la ciudad no ortodoxa, proclamando un tiempo nuevo. Una comprensión nueva de Dios. No espera que vengan a Él: se pone en marcha y llama.
Llama activamente a algunos discípulos: a Simón y a su hermano Andrés. A Santiago y su hermano Juan. Y lo hace como si llevara prisa, con apremio. Como quien está en marcha.
No presenta sólo estas llamadas personales. Llamadas que se repetirán a través de todo el evangelio de una u otra manera. Hay una invitación anterior a esa llamada, una invitación a todos porque “se ha cumplido el plazo”: “Convertíos y creed en el Evangelio”. Vivencia del tiempo como gracia, la conversión y la fe como una manera nueva de ver a Dios y la realidad.
Llamada. Conversión. Fe. Evangelio. Itinerario de los tres días que son toda vida. Hasta atravesar cada uno, y las iglesias, las Nínives de hoy; pero, a diferencia de Jonás y de Juan, proponiendo el año de gracia del Señor.
Hago mía esta llamada y la transformo en oración con el salmo 24 que se nos propone en la liturgia de este domingo. Puedes rezarlo también tú: “Señor, enséñame tus caminos… instrúyeme en tus sendas… haz que camine con lealtad… recuerda que tu ternura y tu misericordia son eternas… acuérdate de mí con misericordia… porque tú eres mi Dios y Salvador”.
Convertirme… retomar el camino acertado de la vida hecho de ternura, lealtad y misericordia.
¡Que no me falten las energías necesarias para caminar esos tres días ninivitas que durará mi vida y la de tantos! ¡Que no deje de caminar, de avanzar, aunque esté rodeado o yo mismo participe del pecado! ¡Que no deje de confiar en tu Palabra hecha carne comprometida con nosotros! ¡Que yo atraviese mi Nínive personal “con lealtad” al compromiso que vivo contigo! ¡Que mi certeza en tu negativa a “castigar” no me aleje de la rectitud que debo a tu misericordia y tu bondad! ¡Porque eres bueno y recto, Señor, que yo también haga por serlo! ¡Dame y danos la humildad lúcida que consiente en que seas el maestro interior, el que nos muestra el camino y quien nos hace caminar!
Tú no llamas sólo una vez. La primera llamada es sólo un inicio. El camino de la fe es largo. Hay una segunda y hasta tercera llamada para que demos el giro que nuestra vida necesita. Ese giro pone verdad a nuestra existencia. Y nos va descubriendo la hondura de la lealtad a ti.
Tu llamada a la fe es para transformarnos. “Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co 15,51-58). Es el tema de este año para el octavario de oración por la unidad de los cristianos.
Es Cristo quien transforma. Ellos eran ya “pescadores”. Tu llamada, Señor, los saca de la estrechez provinciana de su lago. ¿Cuál es el plus de tu llamada? Creer que por la verdad de tu Palabra podemos volver, una y otra vez, a echar las redes. Atrevernos a salir a mar abierto. Ir de comienzo en comienzo. Atravesar nuestras Nínives como la silenciosa acción de la levadura. Y que fermente lo bueno que has puesto en todo ser humano.
Ahí estoy. Ahí estamos. Ahí están la Nínive Romana y la Anglicana y la Luterana y la Ortodoxa y la Copta y… y…. y… Y la apremiante llamada de Jesús. ¿Quién se atreverá a responder de modo que adquiera credibilidad la búsqueda ecuménica?
Refiriéndose a este octavario ha dicho Benedicto XVI: “Sólo Él (Cristo) es capaz de transformarnos y convertirnos, de débiles y titubeantes, en fuertes y valientes para hacer el bien”. Dice: “Desde que nació el movimiento ecuménico moderno, hace más de un siglo, siempre hubo una clara conciencia de que la falta de unidad entre los cristianos impide un anuncio más eficaz del Evangelio, porque pone en peligro nuestra credibilidad. ¿Cómo podemos dar testimonio convincente si estamos divididos?”
Hace dos mil años que el evangelio nos recuerda que “Se ha cumplido el plazo”, es decir, que estoy, que estamos ya atravesando Nínive. Que Dios actúa como gracia en el presente, en el ahora. El ahora es de Dios.
Pero resultan ya demasiado largos estos tres días ninivitas. Demasiado lentos los pasos ecuménicos. Si, como nos recuerda la segunda lectura, es verdad que “la representación se termina” ¿qué hacemos tantos disfrazados como si el tiempo se hubiese detenido?
No niego la cuestión y la importancia de la verdad en el diálogo ecuménico, pero ¿no hay también demasiada adherencia al poder que impide que se termine la representación? Sí, el espectáculo continúa. Se reduce la marcha. Cristo tendrá que esperar si de nosotros depende. ¿No es eso lo que dicen los comportamientos? El ecumenismo es un campo ancho de conversión para las personas y las estructuras eclesiales.
Llamada. Conversión. Fe. Evangelio. Transformación. Avance. También para los que actúan “como si…” no fuera dirigida a ellos esa voz que anuncia tras el telón de la vida real: “Señores, señoras, la representación se termina”. Llegó el tiempo en que la realidad es Cristo.
¡Fuera disfraces! Creamos y actuemos con lealtad a la Buena Noticia, al año de Gracia del Señor que es la llegada de su Reino. Dios actúa en las actitudes humanas: ¡Que yo camine con lealtad!
Hermano Alois rezaba por la unidad esta semana en Taizé (Francia) con la siguiente oración: Jesucristo, tú que nos reúnes en tu nombre mira con bondad a quienes buscan caminos de comunión entre comunidades cristianas divididas. Concédenos ser hermanos y hermanas en tu amor. Al atardecer de tu vida, rezaste diciendo: "Padre que sean uno en nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado." Haz que todos los que te aman sean testigos de unidad y portadores de reconciliación hasta los extremos del mundo.