4 de marzo.
Segundo Domingo de Cuaresma
PRIMERA LECTURA.
Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18.
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!»
Él respondió: «Aquí me tienes.»
Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: «Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo –oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 115.
Antífona: Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Tenía fe, aun cuando dije: «¡Qué desgraciado soy!»
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén.
SEGUNDA LECTURA.
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos 8, 31b-34.
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
EVANGELIO.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 2-10.
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
Comentario a la Palabra:
VAMOS SUBIENDO LA CUESTA
Si supiera, si fuera capaz de expresar lo que el evangelio de hoy me sugiere, si yo tuviese la habilidad necesaria para no frivolizar la idea…, hoy comenzaría la homilía cantándole a San Pedro y a la comunidad en red de AyC aquella de Serrat que dice:
Gloria a Dios en las alturas, / recogieron las basuras / de mi calle, ayer a oscuras / y hoy sembrada de bombillas.
Y colgaron de un cordel / de esquina a esquina un cartel /y banderas de papel / verdes, rojas y amarillas.
Y al darles el sol la espalda / revolotean las faldas / bajo un manto de guirnaldas / para que el cielo no vea,
en la noche de San Juan, / cómo comparten su pan, /su mujer y su gabán,
gentes de cien mil raleas.
Apurad / que allí os espero si queréis venir / pues cae la noche y ya se van
nuestras miserias a dormir.
VAMOS SUBIENDO LA CUESTA / QUE ARRIBA MI PUEBLO / SE VISTIÓ DE FIESTA
Y hoy el noble y el villano, / el prohombre y el gusano / bailan y se dan la mano / sin importarles la facha.
Juntos los encuentra el sol / a la sombra de un farol / empapados en alcohol
abrazando a una muchacha.
Y con la resaca a cuestas / vuelve el pobre a su pobreza, / vuelve el rico a su riqueza / y el señor cura a sus misas.
Se despertó el bien y el mal / la zorra pobre vuelve al portal,/ la zorra rica vuelve al rosal, / y el avaro a las divisas.
Se acabó, / el sol nos dice que llegó el final,/ por una noche se olvidó
que cada uno es cada cual.
VAMOS BAJANDO LA CUESTA / QUE ARRIBA EN MI PUEBLO / SE ACABÓ LA FIESTA
¡Vamos subiendo la cuesta de la Cuaresma como quien va a una fiesta! Acompañados por Jesús que suscita en nosotros el deseo de una fiesta que no tenga fin. Quiere Jesús una fiesta “en la luz”, “a pleno sol”. No a “la sombra de un farol”; pero no siempre nos enteramos. Quizás sea eso lo que nos quiere decir hoy el evangelista: que llevamos el nombre de cristianos, pero no nos enteramos de qué va la fiesta.
Dice el evangelio de este domingo que Pedro, una vez arriba, ya no quería bajar. Suele ocurrir que los de arriba prefieren instalarse. Pero la fiesta dura un instante. Todas las fiestas. Las que nos hacen tanto bien o las que nos destruyen. Igual ese instante en que intuimos la gloria de Dios, la divinidad de Jesús… ése en que brota la alabanza, el canto que renueva las actitudes.
Y podemos seguir viendo todo con los mismos ojos, como si nada hubiera ocurrido; o descubriendo lo nuevo, lo genuino, lo incomparablemente original de Jesús. Ni Abraham, ni Moisés ni Elías.
No, Jesús no se puede igualar con Moisés o con el violento Elías. Pedro, como la fiesta nocturna de Serrat, intenta igualar a todos con eso de que “hoy el noble y el villano, / el prohombre y el gusano / bailan y se dan la mano / sin importarles la facha”. No, eso no vale. Quien entra en esta fiesta de la luz aprende a discernir, no por “la facha” sino “por la vida”. Hay para el evangelio un traje de fiesta hecho con las marcas que deja el amor.
Pedro está fuera de la realidad que es Cristo. No quiere oír hablar de su itinerario, del camino de una vida entregada. Santiago y Juan, igual. Rápidamente van a pedir privilegios y primeros puestos. ¡No se han enterado de qué va la fiesta!
En la fiesta de Cristo el bien hace todo lo que puede para que el “avaro no vuelva a las divisas”, ni el señor cura “a sus misas”.
Quien entra en la fiesta transfiguradora de Cristo no vive “con la resaca a cuestas”. Sólo hay fiesta si hay transfiguración. No hay fiesta si “vuelve el pobre a su pobreza, / vuelve el rico a su riqueza”. Esa juerga tiene otro nombre:”se acabó la fiesta”. Ni Abraham, ni Moisés, ni Elías … Jesús, el del amor no violento, el hombre fraterno.
¡Cuaresma! “Se despertó el bien y el mal “. Nada de “mandar nuestras miserias a dormir”. El sol no puede anunciar más que lo nuevo de Dios y su belleza. Pongamos silenciosamente nuestras miserias ante Él que nos quiere vivos y despiertos.
Moisés y Elías son agua pasada. El sacrificio de Abraham no es querido por Dios. Esa juerga ha de acabar. Dios no quiere ni los viejos, ni los nuevos sacrificios.
Hemos de tomar nota nosotros los cristianos y habrá que recordárselo a los hermanos musulmanes que se emocionan aún sacrificando corderos. Sigue la sed de sangre como si Dios fuese drácula. ¿Quién dirá de una manera válida “se acabó la fiesta de la sangre”?
Estos días lo ha gritado la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Navi Pillay, solicitando que el Gobierno sirio sea llevado ante la Corte Penal Internacional por los crímenes contra la humanidad cometidos contra la población civil de SIRIA.
La Alta Comisionada se refirió específicamente a los menores de edad y dijo que, según algunos informes, desde marzo del 2011 han muerto más de 500 niños, 80 de ellos sólo en el mes de enero. ¡No hubo carnero para suplirlos!
"Reitero mi llamamiento a la Comunidad Internacional, dijo, para que actúe y evite que la población civil siga sufriendo las incontables atrocidades que se cometen diariamente contra ella".
¡Ojo, con la primera lectura de hoy! ¡Ojo, con la fiesta del cordero en la tradición musulmana! ¡Ojo, con una cuaresma justificada en el dolorismo que lo deja todo como si no hubiese ocurrido nada, por aquello de que “por una noche se olvidó que cada uno es cada cual”!
El embajador sirio, Faisal al-Hamwi, que tras su intervención abandonó la sala, consideró que detrás de la presión de la comunidad internacional para que Damasco permita la entrada en el país a organizaciones de asistencia humanitaria, está el deseo de injerencia militar en Siria para propiciar un cambio de régimen. Lo dicho, ¡no hay carneros que suplan!
El grito de un llanto sin consuelo desautoriza a Faisal al-Hamwi y cualquiera de sus argumentos.
A Pedro, en la fiesta del Tabor, le desautoriza el que pide que escuchemos a Jesús, el Hijo Amado.
¡Cuaresma! Dejémonos invitar por Jesús a subir la cuesta. Que sea Él quien nos hable, y si “despiertan nuestras miserias” tengamos el amor suficiente para BAJAR LA CUESTA / QUE ARRIBA EN MI PUEBLO /SE ACABÓ LA FIESTA
Escuchemos lo que Dios Padre dice de Él. Que ese rumor nos transforme. Que estar en su presencia ensanche nuestra mirada y nos permita llegar al Dios que no quiere sino habitar en el corazón humano y éste cada vez más inundado por el don de su Presencia. Ahora la fiesta no es arriba. Hay que seguir la marcha.
¡Cuaresma! Escuchemos que el hombre Jesús está pleno de la divinidad de Dios, de su luz sin sombra. Igualmente todos los humanos. Que el Sol nos diga que todo acaba de comenzar.
Estás delante del Hijo Amado ¡¡¡ ESCÚCHALE !!!
No demos la espalda al Sol. ¡Que el Cielo vea cómo, no siendo san Juan, hay quien baja la cuesta para compartir el pan!