5 de octubre. Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro de Isaías 5, 1-7.

Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña.

Mi amigo tenía una viña en fértil collado.
La entrecavó, la descantó, y plantó buenas cepas;
construyó en medio una atalaya y cavó un lagar.
Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones.

Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, por favor, sed jueces entre mí y mi viña. ¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? ¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones?

Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña: quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos; prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella. La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel; son los hombres de Judá su plantel preferido. Esperó de ellos derecho, y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos.

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 79.

Antífona: La viña del Señor es la casa de Israel.

Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste.
Extendió sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa.

No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 4, 6-9.

Hermanos:

Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra. Y el Dios de la paz estará con vosotros.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 21, 33-43.

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeo con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.

Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon.

Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.

Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: ‘Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.

Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.

Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»

Le contestaron:

«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»

Y Jesús les dice:

« ¿No habéis leído nunca en la Escritura: ‘La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente’?   Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

Comentario a la Palabra:

Desechada por los Arquitectos
será la Piedra Angular

La parábola de los viñadores homicidas difícilmente puede imaginarse en labios de Jesús.  Pertenece a un grupo de relatos que giran en torno a un problema propio del tiempo en que cristianos y judíos buscaban afirmar su precedencia respecto de la línea de elección propuesta en el Antiguo Testamento.

Es la cuestión que aparece en la parábola de los dos hermanos (Mateo 21,28-32), exclusiva de este evangelista.  Y que aparecerá nuevamente en la parábola de la Boda, común a Mateo y a Lucas.  Para los tres evangelistas quedaba claro el principio de que los últimos serían los primeros, los que vienen después ocuparían los lugares preferentes.

El relato de los viñadores desleales se encuentra también en el midrash:  “Un rey arrendó sus tierras a agricultores.  Éstos comenzaron a robar y el rey les quitó las tierras y las confió a sus hijos.  Pero éstos se portaron peor que sus padres y el rey les quitó las tierras y las confió a sus nietos.  Cuando éstos comenzaron a portarse peor que los anteriores, al rey le nació un heredero.  Quitó las tierras a los nietos de los primeros arrendatarios”.  Es una alegoría de la descendencia de Abrahán:  Ismael y los hijos de Ketura, Esaú y los príncipes de Edón, fueron indignos de la confianza de Dios y hubo que esperar a Jacob, el segundogénito de Isaac, para que el Señor encontrara a alguien merecedor de confianza.

Una explicación alegorizante está presente en la parábola de los viñadores (Mateo 21,33‑46; Marcos 12,1‑12; Lucas 20,9‑19).   El valor alegórico de la viña cuidada con amor y que no responde a los cuidados, por lo cual es abandonada como si fuera un erial, debía ser una alegoría bien conocida de los oyentes de Jesús.   Es posible que el texto de Isaías 5,1‑7, que hoy escuchamos en la primera lectura, no sólo fuera recordado sino además cantado por el pueblo, el cual conocía también desde el principio la equivalencia dada por el mismo Isaías: “La viña es la casa de Israel” (Isaías 5,7).  

Del texto de la “canción de la viña” se toman los datos para describir la atención con que cuida su viña el dueño: construcción de la cerca, del lagar y de la torre (Marcos 12,1).

El envío de los siervos se describe en Marcos sin intención alegórica especial y sin artificio narrativo, pues la muerte del tercer siervo quita dramatismo a la muerte del hijo, que es el punto culminante del relato.  El envío de los siervos recibe en Mateo un colorido alegórico: el primer grupo representa a los profetas antiguos, mientras que el se­gundo representa a los más recientes.   Después de asesinar al hijo, los homici­das tiran su cadáver fuera.   A primera vista se diría que la parábola refleja la predicación de Jesús sin alusión al final glorioso por la resurrección.   Pero la redacción final ha incluído el tema de la resurrección en la referencia a la “piedra desechada por los constructores y elegida luego para ser piedra angu­lar” (Mateo 21,42; Marcos 13,10; Lucas 20,17), texto del Salmo 118,22 que será utilizado en los discursos de la resurrección (Hechos 4,11).   

Curiosamente la parábola aparece en el evangelio de Tomás seguida del mismo dicho sobre la piedra rechazada y que finalmente será la piedra angular. Es una de las escasas referencias a la resurrección que pueden encontrarse en este evangelio apócrifo.

El relato de Tomás tiene algunas variantes y sirve para medir el proceso de alegorización en las tres versiones que presentan los sinópticos: “Un hombre rico tenía una viña. La entregó a los campesinos para que la cultivasen y él pudiera recoger de ellos su fruto.  

Envió a su siervo para que los campesinos le diesen el fruto de la viña.   Ellos agarraron al sier­vo, le golpearon y casi le matan.   El siervo regresó y se lo dijo al amo.   El amo dijo: «Tal vez no le han conocido».   Envió a otro siervo.   Los campesinos le golpearon también. Entonces el señor envió a su hijo, diciendo: «Tal vez respetarán a mi hijo». Aquellos campesinos, al saber que él era el heredero de la viña, lo agarraron y lo mataron.   ¡Quien tenga oídos, que oiga!” (Evangelio copto de Tomás nº 65).

El evangelio de Mateo entiende el envío y muerte del hijo como alegoría del destino que aguardaba a Jesús, sacado fuera de la viña para ser asesinado.  Pero el pensamiento de fondo gira en torno a la preferencia del segundo de los hermanos sobre el primogénito a quien por norma le tocaba heredar.  La competencia entre hermanos es un tema recurrente en la historia de los Antepasados de Israel.  Compiten entre sí Caín y Abel, Esaú y Jacob, José con el resto de hermanos.  La parábola vendría a asegurar que la viña será arrendada a otros labradores, quitada al judaísmo y confiada a los cristianos.

Esta lucha por el primer puesto no tiene ya sentido para nosotros.  La Sinagoga y la Iglesia pueden compartir pacíficamente las promesas y los dones de Dios.  El papa Juan Pablo afirmó solemnemente que la Antigua Alianza seguía en vigor, porque no había sido abrogada.  Y el ejemplo de Jesús pulveriza toda pretensión de preeminencia.  “Jesús padeció fuera de la puerta” y nuestro honor es “salir hacia él fuera del campamento, cargando con su ignominia” (Hebreos 13,12-13).

Pero la parábola tiene también un mensaje actual para nosotros.  Hemos de estar vigilantes que para la viña que el Señor nos confía no se convierta en pretexto para dar muerte al mismo Hijo de Dios.  Si la historia de nuestros antepasados en la fe estuvo cargada de peleas y piques familiares entre hermanos, hemos de crear una relación fraterna con todos, realizando el ideal que se proponía a los Filipenses y que hoy escuchamos en la segunda lectura: tender a “todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito” (Filipenses 4,8). Esos adjetivos resumen el ideal de la filosofía popular del helenismo, sobre todo de la filosofía estoica. Y sorprende que Pablo se presente como ejemplo vivo de ese ideal:  “lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí”, eso es lo que debéis poner por obra.