7 de diciembre
Segundo Domingo de Adviento

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Primera Lectura

Del Profeta Isaías 40,1-5.9-11

"Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por su pecados." Una voz grita: "En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos -ha hablado la boca del Señor-." Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: "Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres."

Salmo responsorial: 84

Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
"Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos."
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

Segunda Lectura

De la Segunda Carta de Pedro 3,8-14

Queridos hermanos: No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. El día del Señor llegará como un ladrón. Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados, y la tierra con todas sus obras se consumirá. Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida! Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables.

Evangelio

Según San Marcos 1,1-8

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Está escrito en el profeta Isaías: "Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."

Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."

Comentario a la Palabra:

El Tercer Éxodo

Año 587 antes de Cristo. El desastre que tantos profetas habían vaticinado ha sucedido: Los babilonios destruyen Jerusalén, arrasan el Templo de YHWH y deportan a la élite de su población. Así empieza uno de los períodos más críticos de la historia de Israel, el Exilio babilónico. Los ciudadanos de Jerusalén, orgullosos y acomodados, se ven de repente convertidos en deportados de guerra en un país extraño. El Salmo 136 habla en primera persona de su consternación:

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.
Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión».
¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera! …

Pero los judíos exilados no se conformaron con la nostalgia. Uno de ellos empezó a escribir nuevas profecías, que se anexaron al libro de viejo Isaías. Sus palabras tienen un tono distinto del timbre amenazador de los profetas anteriores, pues no se trata ya de advertir contra un futuro desastre, sino de animar a los que lo han sufrido. Su discurso, que comienza con las palabras que hemos leído en la primera lectura, anuncia una nueva intervención de Dios, un Segundo Éxodo. Si el primer éxodo fue la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto, el segundo va a llevarles de vuelta a casa, a Jerusalén.

Cuando los persas desplazaron a los babilonios como los nuevos dueños del Oriente Medio (Persia corresponde al actual Irán; Babilonia, a Irak), los judíos consiguieron convencerles de que era buena idea dejarles regresar a su tierra, pero la vuelta a Jerusalén no fue tan idílico como imaginaban, pues la vida diaria resultó ser dura; las relaciones con los vecinos, conflictivas; los líderes, a menudo corruptos.

Al aproximarse el inicio de la Era cristiana las cosas no habían ido a mejor: En Jerusalén reinaba Herodes, un político sin escrúpulos que había sido designado rey no por el pueblo, sino por el Senado romano, y era un puro títere al servicio del Imperio. Los sacerdotes jugaban la doble baza de su pureza religiosa y la complicidad con Herodes y los romanos. Los descubrimientos realizados en el desierto de Judá, concretamente en Khirbet Qumran a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, demuestran que Juan no fue el único que harto de la situación en Jerusalén se había retirado al desierto en busca de una vida más acorde con la voluntad de Dios.

Ese es el escenario en el que se inicia el evangelio según San Marcos. El evangelista reinterpreta la vieja profecía del Segundo Isaías: una nueva liberación está a punto de acontecer. Juan presiente una intervención de Dios en el futuro próximo, una acción del Todopoderoso para liberar a su pueblo: un Tercer y esta vez definitivo Éxodo.

En preparación de este nuevo Éxodo, Juan acude simbólicamente al lugar por donde había entrado el pueblo procedente del primero y segundo Éxodos: el río Jordán. Allí se dedica a bautizar, pero sabe que lo importante está aún por llegar:

"Detrás de mí viene el que puede más que yo,
y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."

Durante el Adviento también nosotros nos preparamos para vivir un Éxodo, aunque sin los efectos especiales de la nueva película de Ridley Scott, pues esperamos no el final del mundo a sangre y fuego, sino una renovación interior: Jesús, que viene a bautizarnos con Espíritu Santo. En Él Dios ha pronunciado su Palabra definitiva para la humanidad.

Hoy es solo el segundo domingo del año litúrgico que aún estamos estrenando. Durante los próximos doce meses nos acompañará el evangelio del ciclo “B”, San Marcos. Hoy hemos leído sus primeros versículos “Comienzo de la buena noticia de Jesús, Cristo, Hijo de Dios”. La buena noticia en la que vivimos ha comenzado con Jesús; y cada año, por estas fechas viene a renovar nuestra esperanza: Él trae el Espíritu que hace posible un nuevo comienzo a cada edad.