19 de julio
Domingo XVI del Tiempo Ordinario
PRIMERA LECTURA.
Lectura del libro de Jeremías 23, 1-6.
Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño –oráculo del Señor–.
Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: «A los pastores que pastorean a mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones –oráculo del Señor–. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se perderá –oráculo del Señor–. Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: El-Señor-nuestra-justicia.»
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 22.
Antífona: El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo,
porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
SEGUNDA LECTURA.
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios 2, 13-18.
Hermanos:
Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu.
EVANGELIO.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 30-34.
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.”
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Comentario a la Palabra:
VINIERON CORRIENDO
A PIE POR LA ORILLA
Siguiendo la narración de las semanas anteriores, los discípulos que habían sido enviados como misioneros vuelven para compartir con Jesús las experiencias vividas. Se deja sentir que no han tenido que sacudirse el polvo de los pies en muchos sitios: vienen contentos, con ganas de comunicar. No solo quieren hablar de lo que han hecho sino también de lo que “han enseñado”. El aire de cierto éxito les quiere soltar la lengua. ¿Es ese el estilo de Jesús, el estilo de su mesianismo?
Sorprende la reacción de Jesús. Los invita, no tanto a hablar sino a descansar. Estando nosotros en período estival podríamos pensar que Jesús se los quiere llevar de vacaciones. Sería nuestra proyección, porque el lugar que les propone tiene tales connotaciones de austeridad que hacen pensar más en una revisión de las actitudes mantenidas durante la misión realizada, que de felices vacaciones. Jesús quiere ir con ellos a un lugar apartado, a una zona desértica, a un lugar sin vegetación. Quiere, quizás, vivir con ellos unos días de desierto. Porque la cosa no está solo en “hacer”, “enseñar”, sino en “ser con Jesús”. El que enseña es Jesús, Él es el Maestro. La propuesta suena más a aprender a descansar con Jesús, es un descanso distinto, apartados con Jesús.
Jesús que había dicho “¡Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso!”(Mt 11,28), se encuentra con la sorpresa dada por muchos habitantes de “aquellos pueblos”: Se adelantan a Jesús y a sus discípulos, no cruzando el mar, sino corriendo por la orilla. Son los paisanos los que ayudan a desembarcar a Jesús y sus amigos. ¿Nos está diciendo el evangelista Marcos que no es posible estar “a solas con Jesús”? ¿Que la fe en Jesús, el seguimiento a Jesús, se realiza con gentes procedentes “de todos los pueblos”?. ¿Que hay quienes, sin adentrarse en profundidades, corren tras Jesús por el deseo de estar con Él?. La realidad esencial es Jesús. ¿Estamos entretenidos en nuestras miles de cosas, pagados de nosotros mismos, en el postureo que nos impide descubrir cómo vamos rebajando nuestro interés por Jesús? Jesús nunca rechaza a quien está en necesidad. No busca otro lugar. Desembarca ahí donde lo buscan, donde lo esperan.
El papa Francisco en su visita a Ecuador, Bolivia y Paraguay nos lo ha dicho con su palabra clara y concreta: “La fe sin solidaridad es una fe sin Cristo, sin hermanos. Es una fe muerta”.
El evangelio de hoy nos recuerda esa solidaridad, la compasión que integra, que reconcilia en nosotros el seguimiento a Jesús y el compartir concreto.
Estaría bien reflexionar sobre todo lo que ha salido bien este año, no para engreírse sino para profundizar en la gracia que Dios pone ante nuestros ojos. Tener tiempo para estar con los otros, que es la manera de estar con Jesús. Sin la apertura a los otros Cristo no está en nuestra fe.