6 de marzo.
Cuarto Domingo de Cuaresma
PRIMERA LECTURA.
Lectura del libro de Josué 5, 9a. 1012
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: «Hoy os he despojado del oprobio de Egipto.»
Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 33.
Antífona: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
SEGUNDA LECTURA.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 17-21
Hermanos:
El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio.
En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a el, recibamos la justificación de Dios.
EVANGELIO.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.»
El padre les repartió los bienes.
muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.»
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.»
Pero el padre dijo a sus criados: «Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó: «Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.»
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre: «Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.»
El padre le dijo: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»»
Comentario a la Palabra:
AHORA TENEMOS
QUE HACER FIESTA
Destaca entre las parábolas de la misericordia que narra san Lucas, esta del Padre con dos hijos. Con uno que rompe su filiación familiar, y otro que corrompe la fraternidad.
San Lucas nos presenta así a un Padre que, pese a estar rodeado de rupturas, no niega su afecto ni rompe con nadie. Ama gratuitamente. Es un padre de puertas abiertas. ¿Por qué hay quien no desea relacionarse con un padre así? ¿Por qué a veces ponemos distancia entre Él y nosotros?.
Cuaresma, un tiempo para redescubrir a este Padre que espera, busca y ama tan ampliamente.
Para una mirada de hoy el texto resulta demasiado patriarcal, falta la figura de la madre. Que no esté la madre en un tema tan sensible seguro que no es porque sí. Podemos imaginar esa carencia como un recurso narrativo, una manera de mostrar la raíz de algunas rupturas. Donde falta una manera tan generosa de amar algo se rompe en lo más íntimo del ser humano. Donde falta la belleza de los afectos desaparecen recursos esenciales para la madurez personal. Pero también podemos comprenderlo como un hombre capaz de ser padre y madre. Algún pintor ya plasmó esa intuición al pintar la escena de la acogida del hijo que vuelve a casa poniendo sobre los hombros de este hijo las dos manos del Padre, pero una claramente femenina y la otra masculina. ¿Cuándo la violencia de género aparece con toda su crueldad no tendremos que hablar, insistir, mostrar esta otra manera de ser hombres?
No es cierto que la rudeza corresponda a los hombres y la ternura a las mujeres. Esa es una imagen teóricamente superada hoy, aunque no asumida ni practicada aún por las mayorías.
No obstante, la figura del hijo que abandona la casa y la familia para buscar lejos afecto y aceptación, nos permite pensar lo difícil que es construir una persona. Que un hijo se marche y otro permanezca en la casa, aparentemente obediente, nos permite pensar lo difícil que es ser padre. Un padre que no se impone, sino que escucha y respeta las opciones personales. Que ayuda a descubrir que somos hijos y por tanto herederos gratuitamente, aunque Él sufra.
¿Qué le mueve a este Padre a permanecer esperando a la vez que otea el horizonte? ¿Qué manera de amar es esa que, a un reproche desagradecido y arrogante, contesta ofreciendo su compañía y todo lo que tiene?. “Tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero ahora tenemos que hacer fiesta”.
Cuaresma … un tiempo para hacer fiesta porque sale a nuestro encuentro un Padre-Madre que nos dice “todo lo mío es tuyo … siempre has estado conmigo”