18 de junio. Corpus Christi
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a.
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no. Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios.
No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres.»
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 147.
Antífona: Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos.
SEGUNDA LECTURA.
Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios 10, 16-17.
Hermanos:
El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.
EVANGELIO.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 51-58.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer de su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Comentario a la Palabra:
CORPUS :
PRIMERO ES LA COMUNIÓN
Es redondo el templo en el que con la comunidad parroquial celebro cada domingo la eucaristía. Tiene en el centro la mesa del altar. En todos los lugares del templo puedes contemplar la mesa desde la que se distribuye la comunión. Con frecuencia me gusta decir que ayuda a la oración estar en silencio contemplando esta mesa antes de la celebración. ¿Qué hace posible la comunidad sobre esa mesa y en torno a ella? Lo que se realiza en ella no es ni magia ni milagreo, sino un sacramento.
Confieso que me siento molesto cuando no se es respetuoso en ese espacio que expresa tanto. Hay un secularismo banal que nos vacía.
Me invitaron a casa de unos amigos a cenar y me di cuenta con el gusto y la sencillez que habían preparado la mesa. Esa belleza me evocaba que nos habíamos reunido para algo más que la sola ingesta de alimentos. Habían sido capaces de transmitir esa belleza, serenidad, buen gusto que hacen que brote natural la sonrisa serena de la comunicación amical. Y se hizo la paz. Salí distinto. Había entrado en juego el espíritu en esa comida. Somos más que naturaleza.
Celebramos este domingo la fiesta de la Eucaristía, la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Ya el jueves pasado salieron a la calle en Granada, Toledo y algunos otros pueblos de España, con la Custodia que porta la Sagrada Hostia. Lluvia de pétalos (como el día de Pentecostés en el Panteón Romano). Calles tapizadas con flores, porque no solo vivimos de pan sino también de la belleza y la paz que el ser humano es capaz de generar. Y en esas calles nos hacemos conscientes de que no hay eucaristía sino por Jesucristo.
En estos días en que conmemoramos los 500 años de la Reforma, es importante tomar conciencia de lo que celebramos. Aún no estamos dispuestos todos a compartir la mesa. “El diálogo luterano-católico señala: En el sacramento de la Cena del Señor, Jesucristo, Dios verdadero y hombre verdadero, está plena y enteramente presente, con su cuerpo y sangre bajo los signos del pan y el vino … Nuestros documentos confesionales dan testimonio común de que, en este sacramento, Jesucristo está “real”, “verdadera” y “sustancialmente” presente … A esta presencia, nuestras tradiciones la han denominado “sacramental”, “sobrenatural”, “espiritual” (L-C Eucaristía,16).
En esta Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo sí que podemos alegrarnos porque “el viejo estereotipo de que la Iglesia católica es la “iglesia de los sacramentos” en contraposición a las comunidades protestantes, que serían “iglesias de la Palabra”, ha sido superado. Todas las partes están persuadidas de la íntima relación existente entre Palabra y sacramento”. Se ha redescubierto la centralidad de la eucaristía como fuente y culmen de la Iglesia. El diálogo ecuménico ha abierto nuevas perspectivas de comprensión.
Esto nos lleva a la esperanza de que en el futuro podamos celebrar juntos la eucaristía como signo de comunión plena. La Fiesta no lo es tanto si no estamos todos. Aunque la arquitectura esté acertada, aunque la custodia sea bellísima, aunque el altar esté en el centro … aunque no estamos todos, comulgamos; pero el misterio de comunión en Cristo que celebramos nos recuerda que primero es la comunión.