1 de noviembre
Fiesta de Todos los Santos
Ap 7,2-4.9-14
Sal 23,1b-2.3-4ab.5-6:
Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.
1Jn 3,1-3
Mt 5,1-12a:
Evangelio
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se
sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les
enseñaba diciendo: “Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos. Bienaventurados
los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados
los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán
saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que
trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque
de ellos es el Reino de los cielos. Bienaventurados vosotros
cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier
modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa
será grande en el cielo”.
Comentario
¡La fiesta de Todos los Santos no es solamente la fiesta de aquellos
que nos han precedido en la fe, sino también la de todos nosotros!
Para san Pablo, “santos” no designa a las personas que han
tenido una vida irreprochable o que siguen ciegamente las normas
religiosas. No, “santos” se refiere a todos los creyentes que ponen
su esperanza en el amor que Dios nos da.
Ninguno niega la realidad del sufrimiento, pero como Cristo formulará
en las bienaventuranzas, ellos nos llaman a acoger una realidad
escondida que nos procurará una felicidad más profunda que
nuestro sufrimiento, una alegría más honda que nuestra tristeza: una
presencia amorosa que consuela, guía, sacia.
Sí, dichosos somos nosotros de ser amados así y mucho más
acompañados de lo que nos hubiéramos atrevido a creer. ¡Que nuestra
fiesta no tenga fin!
¡Cristo, aunque invisible a nuestros ojos, podemos confiarnos a tu presencia
de resucitado!