2 diciembre.
Primer Domingo de Adviento


Sal 24,4-5a.8-9.10.14:
A ti, Señor, levanto mi alma.
1Ts 3,12-4,2
Lc 21,25-28.34-36:

Evangelio


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos. “Habrá signos
en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las
gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo
los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le
viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con
gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos,
alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación. Tened cuidado
de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con
juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche
encima de repente aquel día, porque caerá como un lazo sobre
todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en
todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está
por suceder y manteneos en pie ante el Hijo del hombre”.

Comentario

Entrando en el tiempo del Adviento, nosotros escuchamos la
promesa de la venida del Hijo del hombre. Desde hace dos mil años,
los cristianos esperamos y cantamos la venida de Jesús. Hemos acabado
por habituarnos: llegará en Navidad como de costumbre. Pero
esta nueva venida del Hijo del hombre, “con gran poder y gloria”,
¿qué nos dice a nosotros? El Evangelio evoca un estremecimiento
en lo que es más sólido en el universo: el sol, la luna y los astros.
Y en la tierra alteraciones tan graves que muchos quedarán completamente
paralizados por el miedo. Pero Jesús invita a los que le
escuchan a percibir, en todo esto, signos de la buena noticia. Este
mundo, tal como es con sus injusticias, sus guerras y sufrimientos
insoportables no es eterno. Existe una liberación. Los que conocen
esta realidad pueden ponerse de pie y levantar la cabeza, en lugar
de desfallecer de temor.
La liberación que se acerca es el Hijo del hombre. Viene al mismo
tiempo que los trastornos evocados. No podemos leer este Evangelio
sin recordar que ya, con la muerte y la resurrección de Jesús,
el orden de nuestro mundo ha sido quebrantado. Los cristianos han
sido perseguidos, pero Esteban, el primer mártir, ya ha visto el cielo
abierto y al Hijo del hombre en la gloria de Dios, Jesús erguido y
acercándose a él. Por definición, el fin del mundo no es parte de la
historia, no sirve para querer relacionar la venida de Cristo con una
fecha. Él viene. Saber esto es suficiente.

¡Dios de todos los seres humanos, cuando con sencillez deseamos acoger
tu amor, poco a poco se enciende una llama en nuestra alma!