25 diciembre.
Navidad


Is 52,7-10
Sal 97,1bcde.2-3ab.3cd-4.5-6:
Los confines de la tierra
han contemplado la salvación de nuestro Dios.
Hb 1,1-6
Jn 1,1-18:

Evangelio

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a
Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo y sin él no se hizo nada de cuanto
se ha hecho. En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no lo recibió. Surgió
un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía
como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran
por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio
de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo
hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba, el mundo se
hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa y
los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio
poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos
no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de
varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y
habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria
como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan
da testimonio de él y grita diciendo: “Este es de quien dije: El
que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía
antes que yo”. Pues de su plenitud todos hemos recibido,
gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la
gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A
Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno
del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Comentario

El Hijo de Dios viene a los suyos como un extranjero. Él, el creador
de todas las cosas y a quien pertenece el mundo entero, no reivindica
su lugar, no impone su presencia. Pero es la luz que ninguna
tiniebla puede ocultar. Cuando las puertas permanecen cerradas, su
luz se filtra por las grietas más finas.


¡Jesús, nuestra paz, contigo la noche tiene luz como el día, nos invitas a
acogerte ahora y siempre, y nos ofreces el gozo de tu Reino!