Episodio 2. ¿Qué es la fe?

Bienvenidos a este segundo episodio de Teología para Hoy en el que vamos a hablar sobre “¿Qué es la Fe?”

Hemos dicho que la Teología es “fides quaerens intellectum” fe que busca comprender
Siendo así, la primera cuestión que debemos abordar es justamente ¿qué es la fe? ¿Qué queremos decir cuando decimos “yo creo”? Veremos enseguida que este concepto “fe” está íntimamente unido otro: la idea de “revelación”. Este episodio está dedicado a introducirnos a estos dos conceptos: fe y revelación
Martin Rees, Astrónomo Real de su Majestad Británica, un importante título honorífico en Reino Unido, es un reconocido astrofísico. Él se declara agnóstico, es decir que confiesa que no dispuesto a responder a la pregunta de si existe o no existe Dios.

Este científico aún siendo agnóstico afirma que no le parece increíble la idea de que Dios exista. Este universo está tan finamente tuneado para que puedan surgir formas de vida complejas como la nuestra, que atribuir todo lo que existe a la mera casualidad le parece al menos tan increíble al menos como la afirmación de que existe una inteligencia que lo ha ordenado todo.

Pero afirma que lo que sí le parece del todo increíble y hasta absurdo es que, si existe tal inteligencia superior, nosotros, la especie humana, estemos en condiciones de comprender sus designios.
¿Cómo nuestra primitiva especie, una pirueta de la evolución que habita la tercera roca que orbita entorno a uno de los miles de millones de soles de uno de los miles de millones de galaxias del universo, se atreve a decir que conoce al Creador de todo?

No le falta razón al astrónomo Martin Rees. Excepto, si al Creador le ha parecido bien darse a conocer. Que Dios haya querido revelarse.

“Revelación” viene e la palabra “velo”. Hay una tela que cubre un objeto. No podemos ver lo que hay debajo de la tela. De pronto, se levanta el velo y vemos que se ocultaba debajo. A Dios nadie lo ha visto nunca. Dios no es una evidencia para nadie. Este Misterio –al que llamamos Dios- ha decidido descorrer el velo. Ser creyente es declarar que los humanos hemos sido contactados por el Creador.

La fe es la respuesta humana a la Revelación: Dios se revela, nosotros creemos. Desde el lado de Dios, es revelación; desde el lado humano,  fe. Así, fe y revelación son como dos caras de la misma moneda.
Porque Dios, incluso cuando se revela, sigue siendo un Misterio. En el ejemplo que hemos puesto con la tela y el objeto, cuando levantamos el velo, podemos ver lo que esconde; pero cuando Dios se revela, seguimos sin poder verlo. Nuestra experiencia de la revelación no es como la experiencia de comprobar con nuestros sentidos la existencia de un objeto. Porque Dios revelado sigue siendo Dios, y Dios no forma parte del mundo. 

La revelación consiste en que Dios, sin dejar de ser Dios, se deja conocer por nosotros. A continuación voy a exponer cinco aspectos de la revelación cristiana para profundizar un poco más en este concepto.

1.- La dimensión cognitiva. La revelación tiene un contenido de información. La fe cristiana nos hace capaces de afirmar ciertas proposiciones, por ejemplo, “Dios existe”, o “Dios es bueno”. O “Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios”, etc.
La fe supone conocer ciertas cosas, ser capaces de hacer algunas afirmaciones. Esta es una dimensión importante de la fe.
Pero no es la fe, es solo un aspecto de la fe. Y esto es importante afirmarlo desde el principio, porque hay algunos cristianos que confunden la fe con esta dimensión cognitiva de la fe.
La fe no consiste en afirmar ciertos dogmas. Uno puede aceptar a pies juntillas todas las verdades que enseña la Iglesia y no tener fe. Y uno puede vivir una lucha con ciertas verdades y tener una fuerte vida de fe.

2.- La dimensión experiencial. Hemos dicho que la revelación no es la entrega por parte de Dios de un paquete de información. Cuando el ser humano se pone en relación con Dios que se revela entran en juego todos los canales que disponemos para relacionarnos con la realidad. La racionalidad no es el único canal con el que conocemos la realidad. Los humanos tenemos emociones y sentimientos.
No solo conocemos racionalmente el mundo, sentimos y percibimos el mundo, nos emocionamos ante la realidad.
Una de las experiencias más obvias de la fe es la emoción religiosa. Sentimientos de asombro, de sobrecogimiento, de intenso amor, pueden ponerse en marcha cuando nos ponemos en relación con Dios.
Místicos de distintas tradiciones religiosas han afirmado que más allá de estas emociones, la experiencia de Dios puede producirse a otro nivel. Son experiencias que se resisten a una descripción precisa en términos racionales, sensoriales o emocionales: Hablan de Dios como Aquel que está más allá de todo y es al mismo tiempo más íntimo que mi propia intimidad. A veces para expresar este tipo de experiencias el único camino posible es la poesía. Atentando contra los límites de lo que se puede decir con palabras, místicos como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Ávila han escrito acerca de Dios.
Esta dimensión experiencial de la fe es muy importante, pero tampoco es la fe, sino un aspecto de la fe. Los propios místicos de que tradición cristiana, que han hecho como nadie la experiencia de Dios, nos han dejado dicho que fe no consiste en sentir o experimentar algo.

3.- La dimensión de encuentro. Esta tercera dimensión no es una más. Más bien está en el centro de lo que queremos decir los cristianos cuando hablamos de Fe y Revelación.
La revelación es Dios que sale a nuestro encuentro. La Fe es abrirnos a encuentro con Dios. La fe es ante todo una relación personal: Dios que se propone como un tú para el creyente. En este sentido lo más semejante a nivel humano es la amistad. Dios establece con el hombre o la mujer que cree una relación interpersonal.
Esta relación tiene un aspecto cognitivo y un aspecto experiencial, a los que ya hemos aludido, pero va más allá, pues en la revelación, Dios no se limita a darnos información, o a provocar ciertos sentimientos o experiencias, Dios se revela a Sí mismo.
La Revelación es ante todo esta relación yo-tú. “Rompe la tela de este dulce encuentro” –escribía San Juan de la Cruz. Es una relación que es ya un encuentro, por más que en esta vida no termine de levantarse el velo.
Esta dimensión relacional está en el centro de la fe. Hemos dicho ya que este encuentro tiene efectos en el intelecto y en las emociones. A continuación vamos a presentar dos aspectos más: histórico y comunitario.

4.- La dimensión histórica. La fe es cultivar una relación con Dios. Esta “amistad con Dios” que es la fe, requiere tiempo. Puede haber momentos importantes o de especial intensidad. Pero ninguno de estos momentos por sí mismo contiene toda la relación. La fe no es lo que vamos haciendo de nuestra relación con Dios a través de la vida. Por eso, la manera más natural de expresar la fe es la narración.
Así, en la Biblia, tenemos sobre todo relatos, de los patriarcas, de los profetas,… de los grandes personajes del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Y sobre todo, tenemos los evangelios que narran la vida de Jesús y cómo él se relacionó con un grupo de discípulos y discípulas a los que llamó “amigos”.

5.- Y eso nos lleva al quinto y último aspecto: la dimensión comunitaria. La fe no es un asunto individual. Es cierto que cada persona es responsable de su fe. Pero no somos nunca creyentes solitarios. Nuestra relación con Dios nos introduce en una red de relaciones con otros hombres y mujeres.

La fe es llegar a formar parte de este pueblo y de su historia. Participar en el Pueblo de Dios –que es la imagen que el Concilio Vaticano II prefirió para referirse a la Iglesia–. Un Pueblo que no está al servicio de sí misma, sino del proyecto de Jesús que quiso que todos los hombres y mujeres –sin excepción– pudieran experimentar la amistad de Dios.