11. El Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento es una colección de 27 escritos. 21 de los cuales son cartas, 4 evangelios, el libro de los Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis.

Todos estos 27 documentos fueron escritos por algunos de los primeros cristianos en griego durante la segunda mitad del siglo I. Es decir,

Esto nos lleva a hacernos dos preguntas:

Empezamos por la primera pregunta. La cultura occidental se levanta sobre dos pilares: dos pueblos excepcionales que nos han legado las ideas y sensibilidades básicas y los textos fundamentales sobre los que se ha construido nuestra civilización: el pueblo judío y el pueblo griego. De los judíos hemos hablado ya en el episodio anterior de nuestro podcast. Vamos a hablar ahora brevemente de los griegos.

A partir del siglo VIII a.C. en las costas e islas del Mar Egeo surgieron ciudades-estado independientes que desarrollaron una rica cultura. Sobresaliente entre ellas fue Atenas que se organizó como una democracia entorno al año 500 a.C. Durante el siglo siguiente surgieron en esta ciudad y en otras polis griegas las artes y los saberes que hoy llamamos “clásicos”: arquitectura, escultura, teatro, filosofía, historia, etc. En los episodios anteriores hemos afirmado que no se puede considerarse culta ninguna persona que desconozca la Biblia, otro tanto se puede decir de quien ignore la historia y la cultura griegas.

La Guerra del Peloponeso, que enfrentó durante más de un cuarto de siglo a las ciudades griegas entre sí, inició la decadencia de esta brillante civilización.

Algunas décadas después del fin de la guerra, surgió una de esas figuras únicas en la historia de la humanidad: Alejandro Magno. En breves años este rey macedonio conquistó territorios que hoy ocupan países como Grecia, Turquía, Siria, Egipto, Israel, Jordania, Irak, Irán, Afganistán, Pakistán. A su muerte, en el año 323 a.C., su Imperio se desmembró, pero la civilización y la lengua griegas permanecieron como la cultura y el idioma de las élites del Mediterráneo Oriental y de parte de lo que hoy llamamos Oriente Medio.

Esta civilización griega internacionalizada por las conquistas de Alejandro se llama “helenismo” y es en esta cultura en la que nació el Nuevo Testamento.

En el momento en el que Jesús vino al mundo, todas los territorios ribereños del Mediterráneo y más allá habían sido conquistados por los romanos, pero los romanos no impusieron en la mitad oriental del Imperio su idioma, el latín, sino que respetaron la avanzada cultura helenista que encontraron.

Es más, de algún modo fueron “conquistados” por la cultura griega. Incluso en Roma, las personas cultas se preciaban de saber griego y ésta fue la lengua de los negocios y la cultura en todo el Imperio. Solo en los territorios occidentales, menos desarrollados, se impuso el latín.

En el momento de nacer Jesús, los romanos son los dueños del Mediterráneo y la lengua dominante era el griego, pero nos equivocaríamos al pensar que toda la gente que vivía en el imperio romano participaba de la misma civilización. La cultura grecorromana estaba presente en las ciudades, pero tenía escasa penetración en el mundo rural.

Podemos imaginar el Imperio Romano no como una mancha de color que abarca desde Portugal hasta Siria y desde las Islas Británicas hasta Egipto –como suele representarse en los atlas históricos– sino como una red de puntitos, de ciudades, conectadas entre sí mediante vías de comunicación.

En las ciudades se hablaba y se escribía en griego, pero la cultura helenista no había penetrado en la población campesina, que por la mayor parte seguía hablando otras lenguas y practicando otras formas de vida alejadas de los avances de la civilización helenista. Este es el caso de Jesús y sus seguidores galileos.

Quizás Jesús supiera algo de griego o latín –no podemos saberlo–, pero la lengua con la que habitualmente se expresaba era el arameo, una lengua semita emparentada con el hebreo.

Jesús vivió en el medio rural. Él se ganaba la vida como carpintero y las personas con las que se relacionaba eran pescadores y agricultores en su mayoría. Esta gente no sabía por lo general ni leer ni escribir.

En nuestra cultura ser analfabeto es un estigma. Para nosotros aprender a leer y escribir es un derecho humano, pero ha habido muchas culturas en la historia que no han utilizado la escritura. La cultura rural de lengua aramea en la que vivió Jesús era una de ellas. No se conserva ni un solo libro escrito en arameo de aquella época, pero eso no quiere decir que en el entorno de Cristo no hubiera cultura. ¡Claro que lo había! Una cultura material hecha de arquitectura popular, de artesanía en cerámica en lugar de estatuas de mármol; y en lugar de libros, una literatura oral de refranes y proverbios, de narraciones breves –como las parábolas–, justo el tipo de expresiones que encontramos en labios de Jesús en los evangelios.

Jesús era un hombre del medio rural, de lengua aramea, de religión judía, que pasó casi toda su vida en Galilea, un pequeño territorio de unos 3000 km2 (una cuarta parte de la provincia de Madrid). Las pocas veces que salió de Galilea, no se alejó más de 150km. Casi toda la gente con la que trató eran como él judíos, de lengua aramea, del medio rural.

Las cosas cambiaron radicalmente a tras la muerte de Cristo. Los que creyeron en su resurrección entendieron muy pronto que la buena noticia de su vida, muerte y resurrección no podía permanecer confinado al pequeño círculo en el que Jesús había vivido. Había que predicar el evangelio a todas las naciones.

Y lo hicieron. En el plazo de pocas décadas, se habían fundado comunidades cristianas en las más importantes ciudades del Mediterráneo oriental.

Así la fe cristiana, en el plazo de pocas décadas, se trasladó:

El Nuevo Testamento nace después de esta transición. No olvidemos que la escritura es una tecnología de la información, una tecnología que estaba disponible sobre todo en la ciudades. Es allí donde vive la gente que sabe leer y escribir, y que está acostumbrada a comunicarse por este medio.

El texto más antiguo del Nuevo Testamento es la Primera Carta de San Pablo a los Tesalonisenses escrito entorno al año 50. El misionero Pablo de Tarso había fundado una comunidad cristiana en Tesalónica –moderna Saloniki– al norte de Grecia; les escribe como una manera de hacerse presente y de instruir a aquella comunidad a la que había dejado a sus propios medios poco después de su fundación.

Pablo siguió escribiendo: A lo largo de los años 50, vinieron –después de Primera Tesalonisenses– Filipenses, Filemón, las dos cartas a los  Corintios, Gálatas y Romanos. La gran mayoría de los expertos coincide en señalar que estas siete cartas fueron escritas por el propio Pablo durante aquella década. Las otras siete cartas atribuidas a Pablo fueron escritas probablemente por sus discípulos en un período posterior.

Se cree que el evangelio más antiguo –Marcos– fue compuesto entorno al año 70 d.C. Por primera vez un cristiano se había atrevido a publicar una “biografía” de Jesús. Digo “Biografía” entre comillas, porque no es una biografía como las que se escriben hoy, pero sí algo parecido a las narraciones que se componían en aquel entonces de las vidas de los hombres ilustres.

Diez o veinte años después surgieron los otros tres: Mateo, Lucas y Juan. Y el libro de los Hechos de los Apóstoles se compuso como la segunda parte del Evangelio según san Lucas.

Finalmente, en las últimas décadas del siglo I, aparecieron los  restantes documentos del Nuevo Testamento: las cartas deuteropaulinas –esas atribuidas a Pablo pero que fueron probablemente escritas por sus discípulos, una práctica común en aquella época–. Estas son: Colosenses, Efesios, 2Tesalonisenses, Primera y Segunda a Timoteo, la Carta a Tito y la Epístola a los Hebreos.

También se cree que son de finales del siglo I las llamadas “Cartas Católicas”: las tres de Juan, las dos de Pedro, Santiago y Judas. Finalmente, se suele situar en esta época también el último libro del Nuevo Testamento: el Apocalipsis.

Hemos querido ofrecer una visión general del Nuevo Testamento: 27 escritos que dan un testimonio cualificado de la Revelación de Dios en Jesús escritos por autores inspirados –especialmente cualificados por el Espíritu Santo. Pero son también textos profundamente humanos, cuando el Espíritu actúa sobre una persona no lo deshumaniza, todo lo contrario, por eso estos textos reflejan también las situaciones culturales en las que se originó el cristianismo.

El Nuevo Testamento es desde el principio el producto de un mestizaje: la raíz se hunde en Jesús, un judío del medio rural de lengua aramea, pero el árbol creció en un medio urbano y helenista.

Así desde el origen el mensaje del Nuevo Testamento conjuga lo local y lo cosmopolita, lo judío y lo griego, lo rural y lo urbano en unos textos que dan testimonio de  un hombre irrepetible: Jesús de Nazaret.

Llegamos así al final de este episodio: en el próximo estudiaremos la formación de los evangelios