Episodio 18. Parábolas del Reino (Primera parte)

Comentamos Marcos 4,1-20

A estas alturas del evangelio según san Marcos, sabemos bien que Jesús enseñaba y enseñaba con autoridad, pero ¿qué enseñaba? Al principio de su ministerio público oímos aquello de “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ya está llegando, convertíos y creed en la buena noticia”. Pero claro, esto es muy poco mensaje, incluso aquellas personas que sean partidarias de que los sermones sean cortos, pensarán que este se pasa de corto. ¿Qué más enseñaba Jesús además de esta frase? Marcos es muy parco en contarnos el contenido de las enseñanzas de Jesús.

En el capítulo 4 del evangelio, Marcos va a poner remedio a eso, al menos un poco. Vamos a distribuirlo el comentario de esta sección de Marcos en dos episodios del podcast. Hoy comentaremos los versículos 1 al 20 y la próxima semana del 21 al 34.

Recordamos brevemente los tres capítulos anteriores, gracias a los cuales sabemos ya básicamente de qué iba Jesús. Él ha venido para anunciar el Reino de Dios, pero cuando decimos que “Jesús anunciaba el Reino de Dios” no queremos decir que se limitaba a hablar. Más bien todo lo contrario. En la descripción de Marcos, Jesús se dedica sobre todo a actuar: cura a los enfermos y expulsa a los demonios, perdona los pecados y acoge a los marginados. Este actuar suscita la oposición de los representantes del judaísmo oficial y como respuesta a esta oposición, Jesús funda un nuevo pueblo de Israel, encabezado por los Doce, un nuevo pueblo que es una ‘familia’ no basada en lazos de sangre sino en la obediencia a la voluntad de Dios.

El proyecto del Reino está ya en marcha, pues bien, ahora que sabemos de qué va Jesús, Marcos nos ofrece algunas de sus parábolas. De este modo, el evangelista quiere subrayar que Jesús comunicaba su mensaje sobre todo mediante la acción, no fundamentalmente con palabras. Incluso estas parábolas que vamos a escuchar a continuación son respuestas a preguntas que suscita su actuación, no pueden entenderse sin las acciones de Jesús. Escuchamos la primera de estas parábolas:

Y de nuevo se puso a enseñar junto al mar. Y se reunió junto a él una gran multitud, de modo que él se subió a una barca para sentarse sobre el mar, y toda la multitud estaba junto al mar, sobre la tierra. Y les enseñaba mucho en parábolas;  les decía en su enseñanza: “Escuchad. Salió el sembrador a sembrar. Y sucedió en la siembra que parte cayo sobre el camino, y vinieron los pájaros y lo comieron. Y parte cayó en el pedregal, donde no tienen mucha tierra y enseguida brotó por no tener profundidad de tierra y cuando salió el sol se quemó y por no tener raíz se secó. Y otra parte cayó entre cardos, y crecieron los cardos y lo ahogaron, y no dio fruto. Y otra parte cayó en tierra buena y dio fruto, creciendo y desarrollándose, y produjo treinta, y sesenta, y ciento por uno. Y dijo: “El que tenga oídos que oiga” (4, 1-9)

Jesús era un gran contador de parábolas y la gente le escuchaba como embobada. El estudioso del Nuevo Testamento Charles Dodd definió la parábola de la siguiente manera: “Una parábola es una metáfora o semejanza extraída de la naturaleza o de la vida corriente, que fascina al oyente por su viveza y originalidad, dejando a la mente con suficiente duda sobre su aplicación precisa para incitarle a activar la reflexión”

“Una metáfora o semejanza extraída de la naturaleza o de la vida corriente” un sembrador que siembra semillas, nada más corriente para la audiencia de Jesús, formada fundamentalmente por campesinos galileos. Las parábolas de Jesús no utilizan un lenguaje esotérico, ni siquiera un lenguaje “religioso”, hablan con palabras e imágenes de la vida corriente.

“Que fascina al oyente por su viveza y originalidad” En cada parábola hay algo inusual, sorprendente, como dice Paul Ricoeur –que era un gran filósofo francés- decía que en cada parábola había “una excentricidad  que interrumpe el curso soberbiamente pacífico de la acción”, en este caso esta “excentricidad” consiste en la increíble productividad de la semilla que cae en la tierra buena. En aquella época se consideraba que una cosecha que produjese ocho veces lo sembrado era un gran éxito. Una semilla que produce, treinta, sesenta o cien. Esto es pura ciencia-ficción, pura fantasía. ¡Ah! Pero es que no se trata de cualquier semilla, sino de la palabra del Reino de Dios.

Pero la parte más interesante de la definición es la tercera “dejando a la mente con suficiente duda sobre su aplicación precisa para incitarle a activar la reflexión” El propósito de la parábola es hacer pensar. “Jesús eligió una forma de discurso que apelaba a la libertad humana” (John Donahue). La parábola es una forma de discurso diseñada para provocar el cambio de mentalidad, la metanoia. Tú funcionas con una cierta lógica, encuentras normales ciertas cosas, pues bien, esta es la nueva “normalidad” del Reino de Dios.

Volvamos a la parábola del sembrador. Esta parábola y todas las demás son respuestas de Jesús a preguntas que la gente le planteaba. En este caso, ¿cuál es la pregunta? La gente podría estar diciéndole a Jesús: “Oye, Jesús, tú dices que el Reino de Dios está llegando, que ya está aquí. Pues no parece que eso sea verdad, porque las cosas siguen más o menos como estaban, es más, la mayor parte de la gente no hace caso de tu buena noticia”. Esta es una pregunta que la gente le podía hacer a Jesús, un pregunta que los cristianos le podían hacer a Marcos y una pregunta que podemos hacernos nosotros: ¿Cómo es que el Reino tiene tan poco éxito?

Y entonces Jesús les dijo: El Reino es como un sembrador que siembra la semilla, y lo siembra generosamente, a todo tipo de gente. Algunos son duros como la tierra al borde del camino; otros no tienen mucha profundidad, como la tierra del pedregal; en otros, el Reino compite con otras prioridades, que son como cardos; pero también hay palabra que cae en buena tierra. Y esa es la que cuenta, porque dará un fruto desmedido, increíble. No podemos evitar pensar ¿qué tierra seré yo? Pero el mensaje final es “Dios sabe lo que hace”: El Reino fructificará abundantemente gracias a la tierra buena.

De todos modos, las parábolas de Jesús no eran evidentes ni siquiera para sus primeros oyentes, por eso, los discípulos le preguntan. Leo del evangelio:

Y cuando se quedó a solas, le preguntaron los que lo seguían y los doce sobre las parábolas. Y les dijo: “A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios, pero a los de fuera todo sucede en parábolas, para que por más que miren, no vean, y, por más que escuchen, no oigan y no comprendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”(4, 10-12).

Jesús habla aquí de dos grupos: sus discípulos –los que lo que estaban junto a él y los doce–, a los que se dirige aquí en privado; y los demás –los de fuera–. Dice: “A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios”; tenemos aquí una ‘pasiva divina’: el sujeto no mencionado es Dios. “Dios os ha dado el misterio del Reino de Dios”. No les dice: “he resuelto para vosotros el problema del Reino de Dios”. El Reino sigue siendo un misterio –un misterio se distingue de un problema en que no es algo que pueda ser resuelto. Resolvemos los problemas, pero contemplamos el misterio, porque el misterio excede toda racionalidad. El Reino de Dios sigue siendo un misterio, pero nos ha sido dado; mientras que las palabras de Jesús parecen acertijos para aquellos de fuera.

A continuación tenemos una cita: “para que por más que miren, no vean, y, por más que escuchen, no oigan y no comprendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”. Estas palabras pertenecen al libro del profeta Isaías. Y Marcos supone que el lector es capaz de darse cuenta de eso. Cada vez que el Nuevo Testamento cita al Antiguo, es buena idea ir al Antiguo Testamento y leer la cita completa en su contexto. En este caso es Isaías 6, capítulo que les sugiero lean en su Biblia. Narra la vocación de Isaías.

Isaías tiene una experiencia espiritual en el Templo de Jerusalén, tiene una visión de ángeles y escucha la voz de Dios. Lo leo:

“¿A quién enviaré? ¿quién irá por nosotros? Respondí: “Aquí estoy yo, envíame” Él me dijo: “Vete a decir a este pueblo: Por más que escuchéis no entenderéis; por más que miréis no comprenderéis” (Isaías 6,8-9)

¿Qué quiere decir este texto? Dios manda a Isaías a predicar la conversión al pueblo de Judá, pero le advierte de entrada: “Cuenta con que no te van a hacer mucho caso”. Obviamente, Dios quiere que su pueblo se convierta y se sane, pero las palabras del profeta no van a causar la inmediata conversión del pueblo. Por eso añade con una ironía que raya el sarcasmo “Endurece el corazón de este pueblo, tapa sus oídos, ciega sus ojos, no sea que sus ojos vean, sus oídos oigan, su corazón entienda, y se convierta y sane” (Is 6,10)

Los primeros cristianos leían con gusto esta profecía, que encontramos también en los demás evangelios (Mt 13,14-15; Lc 8,10; Jn 12,40) y en el libro de los Hechos de los Apóstoles (He 28,26-27). Porque decían: ¡Esto es lo que nos pasa a nosotros! No nos hacen mucho caso, pero Dios ya tiene en cuenta eso y realizará de todos modos su plan de salvación, como sucedió en su día con Isaías.

Jesús sigue insistiendo en la parábola, como no lo hará con ninguna otra. Leemos:

Y les dice: “¿No entendéis esta parábola? ¿Y cómo comprenderéis todas las parábolas?” El sembrador siembra la palabra. La semilla sembrada junto al camino se parece a aquellos en quienes se siembra la palabra, pero en cuanto la oyen, viene Satanás y les quita la palabra sembrada en ellos. Y lo sembrado en pedregal se parece a aquellos que al oír la palabra, la reciben enseguida con alegría pero no tienen raíz en sí mismos, son inconstantes y en cuanto viene una dificultad o persecución por causa de la palabra, sucumben. Otros se parecen a lo sembrado entre cardos; son los que oyen la palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción del dinero y la codicia de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra y éste se queda sin fruto. Lo sembrado en la tierra buena se parece a aquellos que oyen la palabra, la acogen y dan fruto: uno treinta, otro sesenta y otro ciento. (4, 13-20).

Aquí la parábola se ha convertido en alegoría. ¿Cuál es la diferencia entre parábola y alegoría? Una parábola tiene un significado abierto; en la alegoría cada uno de los elementos tiene un equivalente exacto: la semilla es la palabra, los pájaros son Satanás, y  cada tipo de tierra es un tipo de persona. Esta alegoría es una interpretación de la parábola. Su propósito es ayudarnos a aplicar la parábola a nuestra vida, pero en el proceso destruye la apertura de significados propio de la parábola: La alegoría, a diferencia de la parábola, no “deja a la mente con suficiente duda sobre su aplicación precisa para incitarle a activar la reflexión”. La alegoría es un producto de esta reflexión.

Algunos exegetas creen que Jesús contaba parábolas y que las alegorías son creaciones de la comunidad cristiana, pero tampoco se puede descartar que Jesús mismo alegorizara algunas de sus parábolas. En cualquier caso, el Nuevo Testamento presenta a Jesús ante todo como un contador de parábolas, y recoge unas cuarenta parábolas de Jesús; y sólo un puñado de alegorías.

Llegamos así al final del episodio de hoy. La próxima semana continuaremos con más parábolas de Jesús.