Episodio 19.
Parábolas del Reino (Segunda parte)

Comentamos Marcos 4, 21-34

Seguimos en el capítulo cuarto, en la sección de las parábolas del Reino. El episodio anterior lo dedicamos a una única parábola, la del sembrador. Marcos presenta esta parábola de una manera más completa que ninguna otra, después de la parábola hay una sección sobre el misterio del Reino de Dios y luego otra sección que es una alegoría basada en la parábola. En el episodio de hoy vamos a leer cuatro parábolas más, pero estas son presentadas sin más por el evangelista, que cuenta la parábola sin añadir ninguna explicación.

Después de las cuatro parábolas de hoy, no hay alegorías, sólo parábola que nos reta a pensar su significado, no solo cada uno en la intimidad de su mente, sino también en comunidad, en diálogo unos con otros. Las parábolas sirven para estimular conversaciones, ¿qué crees tú que quiso decir Jesús con esta parábola? –podemos preguntarnos, y Jesús quizás quiso decir distintas cosas, y es más, quizás hoy quiere decirnos otras cosas nuevas. Así que no hagan mucho caso a los expertos cuando decimos “con esta parábola Jesús quiso decir…” y piensen por ustedes mismos. A mí también se me va escapar eso de “el significado de esta parábola es…”. Así que –quedan advertidos- no me hagan mucho caso, y piensen. Empezamos con la primera parábola:

Les decía también: ¿Acaso se trae la lámpara para taparla con una vasija o ponerla bajo la cama? ¿No es para ponerla sobre el candelero? Pues nada hay escondido si no es para descubrirse, ni sucede nada oculto si no es para llegar a ser descubierto. ¡El que tenga oídos para oír que oiga! (4, 21-25).

¡Que levante el dedo el que no tenga orejas! (la palabra ‘ous’ en griego, como en muchas otras lenguas, quiere decir tanto ‘oreja’ como ‘oído’) Jesús invita a hacer un esfuerzo por comprender. En esta parábola ¿De qué es símbolo la lámpara? ¿La fe? ¿Las buenas obras que hacemos a causa de la fe? ¿La persona creyente? ¿La comunidad que busca el Reino? ¿El misterio del Reino? ¿Pero qué es el misterio del Reino?

Ese es el diálogo que trata de generar la parábola en primer lugar. Parece ser que se refiere a una experiencia misteriosa, oculta, luminosa pero no evidente para todos. Esa luz –dice Jesús– no te ha sido dada para que lo pongas debajo de la cama. Seguimos con la siguiente parábola:

Y les decía: “¡Mirad y escuchad! Con la medida que midáis seréis medidos y con creces. Pues al que tiene se le dará y al que no tiene, se le quitará incluso lo que tiene” (4, 26-29).

Aquí creo que de lo que se habla es… Continúen con la frase. ¿Qué es lo que hay que tener? ¿En qué consiste medir? A mí me parece que aquí se habla de generosidad, de dar lo que se tiene sin medir, de ser generosos para responder a la llamada de Dios, ¿no? Seguimos:

Y decía: “Así es el Reino de Dios como un hombre que arroja la semilla sobre la tierra, y duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y crece sin que sepa cómo. Automáticamente la tierra da fruto, primero el tallo y luego la espiga y luego plenitud de granos en la espiga. Cuando está listo el fruto, enseguida se mete la hoz, porque ha llegado la siega”.

Esta es una parábola un poco rara. Tanto que los otros evangelistas sinópticos –Mateo y Lucas–, que suponemos conocen a Marcos, no lo recogen en sus relatos. La semilla del Reino tiene su propia fuerza, crece sola duermas o te levantes. Dos buenas noticias: Una, que el Reino de Dios ya está aquí; la segunda es que no depende de ti; es Reino de Dios, no tuyo. Vamos con la última:

Y decía: “¿Con qué compararemos el reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza, que cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, y una vez sembrada crece y se convierte en la mayor de las hortalizas y echa ramas tan grandes, que las aves del cielo pueden anidar a su sombra” (4, 30-32).

Esta es una de las parábolas más conocidas de Jesús. El grano de mostaza es una semilla muy pequeña, un poco más pequeña que las pepitas de un tomate; pero crece y se hace grande. Bueno, en realidad no tan grande. La planta de la mostaza es una hortaliza, no un árbol. El Antiguo Testamento a menudo compara al pueblo de Israel con el cedro, un árbol gigantesco que crece en las laderas del Líbano y que puede superar los 30m de altura. La planta de la mostaza en el mejor de los casos llega a los dos metros y medio. Jesús no pretende una grandeza “a lo cedro del Líbano”, basta que haya suficiente espacio como para acoger a otros.

Plinio el Viejo (23-79 d.C), un escritor del época de Cristo escribió en su libro Historia Natural “la mostaza […] es muy beneficiosa para la salud. Crece de manera salvaje, pero mejora mucho cuando es trasplantada: pero por otro lado, cuando se la siembra, apenas es ya posible librarse de ella, pues la semilla al caer germina inmediatamente”. ¿Quiso decir Jesús con esta imagen que el Reino es como la mala hierba, que una vez que se siembra no hay quien la elimine, pues aunque se la arranque germina de nuevo?

Continuamos leyendo:

Con muchas parábolas como estas Jesús les hablaba la palabra según podían escuchar. Sin parábolas no les hablaba, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado (4, 33-34).

Con esta palabras, Marcos da por concluida la sección sobre las parábolas del Reino. La verdad es que no ha sido muy larga. Nos quedamos con ganas de más, quizás lo mismo sintieron Mateo y Lucas, que incorporan más enseñanzas de Jesús en sus respectivos evangelios. Marco prefiere no distraer al lector de la línea argumental de su relato, quizás porque en su época había otras fuentes para conocer las enseñanzas de Jesús: la tradición oral, “Q”, quizás otros escritos.

Llegamos así al final no solo de la sección de las parábolas, sino de toda una primera cuarta parte del evangelio. Si yo tuviera que hacer una serie de la televisión con el evangelio según San Marcos, lo dividiría en dos temporadas. La primera temporada llegaría hasta 8,21 y la segunda arrancaría en 8,22 e iría hasta el final del evangelio, en el capítulo 16.

Siguiendo esa distribución, estaríamos como a la mitad de la primera temporada de la serie. A estas alturas ya sabemos de qué va esto.

Una profecía de Isaías, el más grande de los profetas, predice que vendrá “una voz que grita en el desierto”. Juan Bautista aparece como realización de esta promesa y profetiza a su vez a otro “ante el cual no merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias”. Y aparece Jesús que es bautizado por Juan en el Jordán, el río que simboliza el final del Éxodo y la entrada en la Tierra Prometida. En el Bautismo de Jesús, los cielos se abren y se oye una voz “Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco” y el Espíritu se posa sobre él. Tras el arresto de Juan, Jesús va a Galilea y comienza su misión “El tiempo se ha cumplido y está llegando el Reino de Dios. Cambiad de mentalidad y creed en la buena noticia”. Reúne a sus primeros discípulos y empieza a enseñar, expulsar demonios y curar. También vemos que se retira a orar. El relato está focalizado en las acciones de Jesús, no tanto en sus palabras. Jesús es un hombre que hace el bien, que cura a la gente, y multitudes acuden a él. No se queda en un lugar, sino que va de pueblo en pueblo, por toda la Galilea. Muy pronto, Jesús empieza a encontrar oposición en los fariseos y en los escribas, que no están de acuerdo con las acciones de Jesús. Jesús acoge a los cobradores de impuestos y pecadores, comunica sin más el perdón de Dios a aquellos que lo necesitan, cura en sábado y dice que no hay norma religiosa que no deba estar también al servicio de los humanos “El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. Jesús mismo se da cuenta que el vino nuevo de su mensaje requiere también nuevas comunidades, odres nuevos. Y esos odres nuevos son esa comunidad formada por hombres y mujeres que hacen la voluntad de Dios, una familia unida no por lazos de sangre y que son el nuevo pueblo de Israel, el nuevo Israel refundado sobre esos doce apóstoles que había llamado Jesús. Y por último, y a ello hemos dedicado los últimos dos episodios del podcast, Jesús habla del Reino de Dios en parábolas. El Reino es algo pequeño que está llamado a dar fruto, a crecer; pero no para ser más fuerte que nadie, basta que sea lo suficiente como para acoger a otros; ser una luz para el que vive en la oscuridad.

Lo fundamental, pues, está ya dicho. ¿Y ahora qué? En la segunda mitad de esta primera temporada, es decir desde 4,35 a 8,21, las cosas van a ir a más: los milagros serán más milagrosos, los viajes misioneros ya no serán solo por Galilea; Jesús visitará países extranjeros –aunque cercanos–; los discípulos ya no se limitarán a un papel pasivo, de estudiantes que escuchan a Jesús; se convertirán en aprendices que empezarán a curar y expulsar demonios –como Jesús–. En fin que la cosa se va a poner interesantes. Así que no se lo pierdan. ¡Nos vemos la próxima semana!