Episodio 39: Dios, con mayúscula

El origen histórico del monoteísmo

Utilizando el lenguaje de la informática, podríamos decir que la “configuración por defecto” de la religiosidad humana es el politeísmo, la originalidad de la Biblia es proponer otra manera completamente distinta de entender la divinidad. La semana pasada hablamos de “dios” con minúscula, la idea de los dioses o seres espirituales en las religiones politeístas, hoy vamos a hablar de Dios, tal como lo entiende la Biblia.

En español, existe la convención ortográfica de usar la “D” mayúscula para la divinidad revelada en la Biblia como el único Dios y usar la “d” minúscula para las divinidades de las creencias politeístas. El episodio de hoy se titula: ‘Dios’, con mayúscula.

El origen de la idea de “Dios”, así con mayúscula, es decir la idea de un Dios único y todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, está íntimamente ligada al origen de la Biblia como colección de documentos escritos.

Los historiadores sitúan hoy la composición del Pentateuco en el siglo V o VI antes de Cristo.

Recordamos para nuestros oyentes: El Pentateuco son los cinco primeros libros de la Biblia Hebrea: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. El nombre judío para esta colección es Torá, una palabra que suele traducirse a menudo como ‘Ley’. Estos cinco libros son el núcleo más antiguo del Antiguo Testamento, al que fueron añadiéndose posteriormente los demás libros (ver Capítulo 8 y 9).

Dicho de otro modo, la Biblia empezó a escribirse unos 500 años antes de Cristo. Esto quiere decir que hay muchas cosas en la Biblia (las historias de los patriarcas, el Éxodo, el Reinado de David o Salomón, la actividad de los profetas Elías o Isaías, etc.) que son muy anteriores a su composición.

Estos acontecimientos se transmitieron de manera oral o en documentos sueltos, hasta que fueron consignados y redactados en forma escrita.

La idea de que hay un Dios único Creador del Universo no es muy anterior a ese año 500 a.C. El origen del monoteísmo es posterior a muchos de los acontecimientos narrados en el Antiguo Testamento, pero el Antiguo Testamento como texto escrito es posterior al nacimiento de esta idea y, por lo tanto, está redactado desde el punto de vista monoteísta.

Espero no estarles liando mucho. Lo que quiero decir es que Moisés, o David o Elías, todos ellos personajes muy anteriores a la redacción de la Biblia no fueron monoteístas. Ellos creían en YHWH, el dios que se había revelado a Abrahán, a Isaac y a Jacob. Este ‘dios’ es celoso. Se enfada cuando adoramos a otros dioses, por eso, Israel debe adorar a un único ‘dios’ YHWH, ¿pero hay otros dioses? “Haberlos haylos” –hubieran respondido.

¿Qué situación provocó el origen del monoteísmo? Una grave crisis

Hasta el año 587 a.C., los hebreos vivían en su tierra, en Israel. En ese año, los babilonios destruyeron Jerusalén, quemaron su Templo y llevaron al Exilio a un grupo de la población, justo a la gente más intelectualmente capaz. Esta gente, que era la élite de la sociedad de repente se vieron convertidos en refugiados en una tierra extraña. No me resisto aquí a citar el Salmo 136, que se supone cantaban los exilados:

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras.

Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.»

¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! 
Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías.

¿Cómo se debe leer teológicamente este desastre? Los dioses babilonios han ganado al dios YHWH. Nuestro dios YHWH no era tan fuerte como pensábamos, ha sido vencido por otros más fuertes. Así que lo que podemos hacer es someternos también a los babilonios, un pueblo más avanzado y poderoso.

Pero esto no es lo que sucedió. Los judíos razonaron “contracorriente” de una manera creativa: no hay más que un Dios, creador del Cielo y la Tierra.

“Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6,4-5)

Los judíos exilados en Babilonia también tuvieron la oportunidad de aprender de esta rica y avanzada cultura, que llevaba siglos reflexionando sobre el origen del Cosmos a través de relatos mitológicos. En uno de estos relatos –que conocemos gracias a la moderna arqueología y que es muy anterior a la Biblia- los dioses crean a los humanos para poder dedicarse al ocio. El ser humano fue creado por los dioses para hacer el trabajo que ellos no quieren hacer.

A esto los hebreos exilados respondieron Solo hay un Dios. Un Dios bueno que creó el mundo de la nada y que puso al hombre en un jardín. Un Dios que todo lo creó con su palabra y al séptimo día descansó.

Este grupo de refugiados había creado –en lenguaje creyente diríamos: había recibido de Dios la inspiración– la idea más revolucionaria en la historia del pensamiento religioso: el monoteísmo

YHWH no es un dios entre otros ni forma parte de este mundo. Es Dios más allá de toda realidad y todo lo que existe es sostenido en el ser por su sola voluntad. Él lo puede todo, incluso lo que parece imposible: escapar del de exilio y retornar a nuestra patria.

Y esto es lo que sucedió. Los persas sucedieron a los babilonios como los nuevos dueños de esa parte del mundo que hoy llamamos Oriente Medio. Los reyes persas permitieron a los judíos retornar a su país, reconstruir su capital, reedificar el Templo dedicado a YHWH.  Fue en este período cuando los judíos empezaron a poner su Biblia por escrito.

La originalidad del monoteísmo

La idea de que hay un solo Dios, el monoteísmo, puede parecernos una idea bastante ‘normal’ a nosotros que llevamos siglos inmersos en culturas monoteístas, pero es una idea radicalmente original.

De hecho, aún hoy día, 2500 años después, las únicas religiones monoteístas que existen: el judaísmo, el cristianismo y el islam, las tres proceden dependen de la Biblia de un modo u otro. No ha habido en ningún otro lugar del mundo una revolución monoteísta que haya perdurado en la historia.

La idea de que hay un solo Dios es enormemente poderosa, no solo por lo que supone acerca de Dios, sino por lo que supone para nuestra concepción del mundo.

Dios podría no haber creado ningún mundo. El mundo existe gracias a la voluntad de este Dios libre. El mundo es contingente.

Aquí necesitamos explicar el significado de esta palabra tan importante para la filosofía y la teología: ‘contingencia’, que es lo opuesto a ‘necesidad’.

Yo, Alberto de Mingo, soy un ser contingente. Podría no haber existido, podré en el futuro no existir como no existía en el pasado.

Nada es como es necesariamente. Todo es contingente. Sólo Dios es necesario. Lo demás es contingente.

La fe en la Creación, desacraliza el mundo. Nada de lo que nos rodea es divino, porque sólo Dios es Dios. Nada es sagrado de por sí, nada es intocable. Es verdad que hay fuerzas en el mundo que parecen superarnos, pero nada es intocable, con la ayuda de Dios Todopoderoso, podemos superar cualquier situación. Nada está fatalmente determinado.

Me atrevería a decir que el monoteísmo es la idea religiosa más radical de la historia de la humanidad, con enormes repercusiones metafísicas no solo sobre la naturaleza de Dios sino también del mundo. Basta ponerse a pensar para ir sacando consecuencias. Dios es trascendente, no es un ser entre otros seres del universo. Es todopoderoso, pues de él depende todo lo creado. Podemos decir también que es omnisciente, es decir, que lo sabe todo. El filósofo español Xabier Zubiri dijo que Dios es ortogonal a la realidad, con esto quería decir que Dios, al salirse del plano de la realidad, podía ser íntimamente cercano a cada ser. Etc.

Las consecuencias de esta idea son  tan fascinantes que existe el peligro de que nos dejemos llevar y nos olvidemos de lo que para la Biblia lo más importante a la hora de presentarnos una imagen de Dios: su bondad y su misericordia.

En este sentido ha comentado el Cardenal Walter Kasper:

“Tanto en los manuales tradicionales de teología dogmática como en los más recientes, la misericordia de Dios es tratada únicamente como uno más de los atributos divinos y, por regla general, de forma concisa tras los atributos que se derivan de la esencia metafísica de Dios”

Podemos emocionarnos intelectualmente con los “atributos que se derivan de la esencia metafísica de Dios” pero nunca olvidarnos de los atributos morales de Dios que tan importantes son en la Biblia.