Episodio 40. El problema del mal

La afirmación de que existe un Dios, entendido como un ser simultáneamente Todopoderoso y Bueno, es causa de un serio problema teórico:

Es evidente que existe el mal. Si Dios no quiere suprimir el mal, es que no es bueno. Si Dios quiere pero no puede, entonces no es Todopoderoso. De donde se deduce que no puede existir un ser simultáneamente bueno y todopoderoso.

Este problema teórico sólo surge en el caso del credo monoteísmo. Si somos politeístas, no tendremos problema teórico alguno en aceptar la existencia del mal. Los dioses ni son buenos ni son todopoderosos, la existencia del mal en este caso es algo que pertenece a cómo son las cosas y no entra en contradicción con el credo politeísta. Tampoco se da este problema en el caso de que se adopte un credo ateo. Si Dios no existe, no hay ninguna razón por la que el mundo o la vida deba tener sentido. No hay ninguna razón que contradiga la existencia del mal

Solo en el marco conceptual del monoteísmo el mal causa un problema teórico, pero también en los otros dos casos –politeísmo y ateísmo- el mal es un problema real. Quiero decir, que si por ejemplo, se te muere un hijo en un accidente de tráfico, eso hace sufrir por igual a ateos, politeístas y monoteístas: el mal es un problema real, pero solo en el caso del monoteísmo supone una contradicción con su fe en un Dios bueno y omnipotente.

Se llama Teodicea a la disciplina filosófica que se ocupa de justificar a Dios –con mayúscula- ante el problema del mal.

Los argumentos usados por la teodicea son variados, la mayoría bastante malos, como el que vi el otro día en una entrada de Facebook, que el mal es ausencia de bien, por lo tanto no existe, y como no existe Dios no es responsable de lo que no existe. Me parece tan tonto como el argumento que dice que la muerte no existe mientras yo vivo, y cuando ella exista yo no estaré, por lo tanto no hay que preocuparse por el hecho de que vamos a morir.

El menos malo de los argumentos de la Teodicea dice lo siguiente:

Dios es bueno, quiere evitar el mal, pero no puede hacer lo que quiere. Este argumento admite una excepción a la omnipotencia de Dios, que no a su bondad

El gran teólogo ruso Evdokimov, que fue un niño prodigio de la Teología, dice que cuando era monaguillo solía torturar a su párroco con preguntas como esta: Si Dios es todopoderoso, ¿podría crear una piedra tan pesada que no pudiera levantarlo ni Él mismo? Si el cura respondía que no, Dios no podía todo, luego no era todopoderoso, pero si respondía que sí, había algo que no podía hacer, luego tampoco era Todopoderoso. Evdokimov dice que cuando se hizo adulto, descubrió que Dios había creado esa piedra: la libertad humana.

Si el hombre ha de ser libre, hay cosas que Dios no puede hacer. Y para que el hombre sea libre, debe existir un mundo lo suficientemente autónomo de Dios.

El poeta alemán Hörderlin decía que Dios creó el mundo, como el océano crea la playa, retirándose. Vivimos en un mundo en el que Dios no controla cada detalle

Esa ausencia de Dios que posibilita la autonomía del mundo y del hombre, es el resquicio en el que se ha colado el mal. En ese sentido Dios “permite” el mal.

Les decía que este argumento de Teodicea es el menos malo de cuantos hay, pero no es tampoco del todo convincente. ¿De verdad es necesario los niveles de sufrimiento que hay actualmente en el mundo? ¿Qué clase de Dios es el que permite que seres humanos mueran en la miseria, en medio de indecible dolor?

Ciertamente, no es buena idea hablar de Teodicea (aunque sea con este argumento menos-malo) a una persona que está sufriendo de verdad.

La Biblia no juega a la Teodicea.

La Teodicea está basada en la idea de que hay que defender la idea de Dios ante los que lo califican de inaceptable dada la existencia del mal. La fe bíblica cree que si Dios es Dios, no necesita que lo defendamos.  Si creemos que Dios necesita de nuestra justificación, probablemente estemos creyendo en un ídolo. Como dice Adolphe Gesché:

“Dios es lo bastante fuerte para soportar de nosotros ese gesto “necesario”, ese primer gesto de rabia y de rebeldía que tenemos que hacer contra el mal. Dichoso el niño, se ha dicho, que puede ‘encontrar un hombre con quien medir sus fuerzas, y mucho mejor si este hombre es su padre’”.

Dios es lo bastante fuerte como para soportar nuestra protesta. En los Salmos encontramos tantas veces este grito humano clamando a Dios, acusándole incluso. Pero este primer momento de rebeldía conduce a una momento de madurez en el que descubrimos que Dios está con nosotros en nuestro combate contra el mal. Sigo leyendo a Gesché:

“el grito del hombre no sólo no es ilegítimo, no solamente coincide con el mismo clamor de Dios, sino que le permite a Dios manifestarse absolutamente tal como es, como aquel que en presencia de este enigma intolerable e incomprensible [del mal], no deja que sigan las cosas como estaban, sino que se siente él mismo confrontado con ellas […] para darle la única respuestas verdadera, por estar compuesta de acción y porque no supone ninguna justificación del mal [… ] El mal no es entonces una objeción contra Dios, sino que es más bien Dios el que se convierte en objeción contra el mal […] El mal es aquello contra lo que no hay más respuesta que la oposición. Y este combate es de Dios, no solamente mío”

La Biblia es un relato de cómo Dios ayuda al ser humano en su lucha contra la violencia, la injusticia y el sinsentido

El mundo comienza con un acto libre de Dios, que “vio que todo era bueno”. A continuación el relato del pecado de Adán y Eva; las cosas se tuercen. Después el mal parece ir en expansión: la torre de Babel, el diluvio,… Hasta que con Abrahán empieza a restablecerse una amistad; Dios no interviene de una manera espectacular, su salvación llega en la medida que haya un ser humano dispuesto a escuchar su voz.

Después tenemos el relato del Éxodo, las intervenciones de los profetas, el Exilio y el Retorno, hasta Jesús, que vino  a anunciar y realizar el Reino de Dios.

Y la historia continúa, Dios que busca la cooperación humana para acabar con el mal. El final de este relato es el Apocalipsis, en cuyo final vemos “un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habitan la justicia”.

La respuesta de la Biblia al problema del mal es este relato de Dios. El Dios que se revela en esta historia de la salvación no se justifica ante el problema teórico del mal, sino que arremete contra al problema real del mal, contando con seres humanos concretos.

La fe aceptar esta invitación a colaborar con Dios en su lucha contra el mal. 

Nota: Las citas de A. Gesché son de su libro: El mal, publicado por Ediciones Sígueme. Ficha de la editorial