Episodio 41: La Creación – Parte I

Como ya dijimos en el episodio titulado “Dios con mayúscula”, una de las características básicas del Dios bíblico, es que es el Creador del Universo. Decíamos entonces que esta fe en Dios Creador no sólo es un pilar  fundamental de nuestra imagen de Dios, sino que también afecta profundamente lo que pensamos acerca mundo. El mundo es el producto de la voluntad de un Dios que está fuera del mundo, por lo tanto el mundo no es divino. La fe en Dios –con D mayúscula– seculariza el mundo. El hombre está en el mundo en lugar de Dios, él es el responsable de la Creación, para bien o para mal.

En este episodio vamos a profundizar al hilo de los primeros capítulos del Génesis en la idea de Creación.

La Biblia empieza con estas famosas palabras:

Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas. Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió. Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día. Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación entre ellas». Y así sucedió. Dios hizo el firmamento, y este separó las aguas que están debajo de él, de las que están encima de él; y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el segundo día (1,1-8).

Bueno y así continúa a lo largo de seis días. El tercer día, Dios separó las aguas del mar de los continentes e hizo brotar las plantas. El cuarto día, Dios creó el sol, la luna y las estrellas; el quinto, los animales acuáticos y los voladores. El sexto día de la Creación, Dios hizo a los animales terrestres y, finalmente, al ser humano, “a imagen de Dios los creó, hombre y mujer los creó” Y al séptimo día descansó

Lo que mucha gente no sabe o no se da cuenta es que a continuación de este primer relato de la Creación, viene una segunda versión. Empieza así:

“El día en que hizo YHWH Dios tierra y cielos, ningún árbol campestre existía aún en la tierra y ninguna hierba del campo había germinado todavía; pues YHWH Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni hombre existía para cultivar el suelo, ni corriente que surgiendo de la tierra regase toda la superficie del suelo. Entonces YHWH Dios formó al hombre del polvo del suelo, e insuflando en sus narices aliento de vida, quedó constituido el hombre como alma viviente” (Gn 2,4b-7)

Estos dos relatos de la Creación son bastante distintos entre sí. El compilador que los puso uno detrás de otro sabía que estos textos no son descripciones precisas del origen del universo.

Estos relatos del Génesis no son los únicos relatos de la Creación que encontramos en la literatura sagrada del Oriente Medio Antiguo. Éste es otro:

Cuando arriba el cielo no tenía nombre,
cuando abajo la tierra firme no había recibido nombre,
fue Apsu, el ser primordial, quien los engendró,
la primordial Tiamat quien los dio a luz a todos;
como sus aguas estaban mezcladas juntas,
ninguna morada divina estaba construida,
ningún canal era identificable.
Cuando ninguno de los dioses había aparecido,
ni había recibido nombre, ni estaba dotado de destino,
los dioses fueron entonces creados en su seno.

Este es el comienzo del poema babilónico Enuma Elish, compuesto unos 1100 años antes de Cristo.

La cuenca de los ríos Tigris y Éufrates, que corresponde aproximadamente a lo que es actualmente Iraq, es junto a Egipto el área de civilización más antigua del mundo. Desde el tercer milenio antes de Cristo, las culturas que se sucedieron en esta zona, elaboraron explicaciones sobre origen del Universo.

En estos mitos, el universo es creado por los dioses en sucesivas etapas. Finalmente, un dios decide crear al hombre. En el siguiente texto, perteneciente al libro Atra-Hasis (ca. 1640 a.C.) habla el dios Enki, que está a punto de tomar medidas para apaciguar una rebelión de los dioses inferiores:

Que se mate a un dios determinado y que los dioses se purifiquen por inmersión. Con su carne y con su sangre que Nintu mezcle un poco de arcilla; que el dios mismo y el hombre se mezclen juntos en la arcilla. Que de la carne del dios haya un espíritu; que dé una señal de sí al viviente y para impedir el olvido que haya un espíritu”.

La diosa Mami ejecuta las órdenes de Enki y crea al ser humano, siguiendo sus instrucciones. Al final exclama:

“Me habéis ordenado una obra y la he cumplido; habéis matado a un dios con su espíritu; os he librado de vuestra dura tarea, he impuesto al hombre vuestra espuerta. Habéis concedido los gritos a la humanidad; he roto la argolla, he devuelto la libertad”.

Las coincidencias entre estos textos con el relato de la creación del hombre en el Génesis resultan obvias: el caos primordial, la iniciativa divina, las distintas etapas de la creación. Finalmente, el hombre es modelado de barro y dotado de espíritu.

¿Por qué se parecen tanto estos textos al Génesis? Las coincidencias son demasiadas para atribuirlas a la mera casualidad. Alguien tuvo que copiar de alguien. Pero ¿Quién de quién? La respuesta resulta obvia cuando se constata la mayor antigüedad de los relatos babilónicos.

Los relatos de la Creación del Génesis fueron compuestos durante el exilio del pueblo de Israel en Babilonia. En el año 586 a.C. Jerusalén fue conquistada por el Imperio Babilónico y los dirigentes de Israel fueron deportados, a una zona situada hoy cerca de Kerbala, al Sur de Bagdad.

Allí los israelitas confrontaron su fe con la “ciencia” más avanzada de su tiempo: los relatos babilonios  sobre el origen del mundo. El pueblo de Israel, una pequeña nación de agricultores y pastores, no tenía hasta entonces – que sepamos – ninguna explicación sobre los inicios del orbe. No así la avanzada civilización babilónica, que llevaba por entonces dos milenios de reflexión sobre cómo surgió el mundo.

Los inmigrantes israelitas no sólo aprendieron la lengua de sus captores, sino que llegaron a conocer a fondo sus tradiciones. Confrontaron sus propias ideas religiosas con las grandes explicaciones del mundo de la cultura de acogida. El proceso de composición y recopilación de textos sagrados que culminó con el alumbramiento de la Biblia no se hubiera dado sin este mestizaje cultural

Pero los judíos no se limitaron a aceptar acríticamente las tradiciones babilónicas, como demuestran las profundas diferencias entre los relatos de creación babilónicos y los de la Biblia. Subrayamos en concreto dos:

  1. En el Génesis, no hay más dioses entorno al Creador. YHWH es el único Dios y no está condicionado por las opiniones y presiones de otros dioses, ni por las limitaciones que impone una realidad preexistente. Su acción es soberanamente libre.
  2. En los mitos babilónicos los dioses crean al ser humano para descargar sobre éste la pesada carga de sus labores. En el Génesis, Dios crea al ser humano para que sea feliz en el Jardín de Edén. Dios no necesita del hombre como mano de obra, lo crea por amor, para que viva dichoso en el paraíso.

Tanto judíos como cristianos consideramos que estas palabras del Génesis han sido inspiradas por Dios, que son el efecto de la acción del Espíritu Santo sobre la persona que armado de una pluma las puso por escrito. No hay por qué imaginar este proceso de inspiración como alguien que entra en éxtasis y empieza a escribir como si su mano lo moviera un espíritu invisible. Cuando Dios actúa sobre una persona, no sólo no lo deshumaniza, sino que potencia lo mejor de él o de ella. Eso lo vemos más claramente con los santos. Son gente con sus defectos de carácter y con sus capacidades que se han dejado trabajar por una relación personal con Dios, son además, hombres y mujeres de su tiempo que viven y piensan según las pautas culturales de la época y lugar que les ha tocado.

Los autores de la Biblia eran hombres de su época que pusieron por escrito su experiencia de Dios en el horizonte de su propia cultura.

Como hemos visto en estos textos de la Creación, no se limitaron a aceptar las ideas de la cultura dominante, las sometieron a crítica desde su fe, pero otras ideas las incorporaron a su visión de Dios. De este proceso de mestizaje cultural y discernimiento religioso –bajo la acción de Espíritu de Dios– nacieron estos relatos de la Creación que son un pilar fundamental de la idea bíblica de un Dios monoteísta, la idea religiosa más revolucionaria de todos los tiempos.

¿Cómo podríamos también nosotros hoy dialogar con la ciencia de nuestro tiempo que nos propone la Teoría del Big Bang como explicación del Universo? Eso es lo que vamos a intentar en el episodio siguiente.