Episodio 42: La Creación - Parte II

Decíamos en el episodio anterior que los relatos de la Creación que encontramos en los primeros capítulos del Génesis son el resultado de la creatividad del pueblo de Israel en un ambiente de mestizaje cultural en el contexto del Imperio babilónico.

Cómo podríamos hacer algo semejante nosotros en el siglo XXI. Obviamente, lo que propongamos no va a terminar en las páginas de la Biblia. La Biblia es el canon, la regla, de la Fe a la que no se le pueden añadir más páginas, pero ella no está ahí para que sus palabras sean repetidas mecánicamente, sino para ser interpretada en otros horizontes, en otros contextos.

Escuchemos lo que la ciencia dice hoy acerca del origen del Universo

“Al principio fue el big-bang. Y el mundo surgió a partir de la confusa singularidad que fue su origen, formándose primero el orden espacial, a medida que las fluctuaciones cuánticas dejaron de perturbar seriamente la gravedad. Luego el espacio se agitó violentamente, en la rápida expansión de la era inflacionaria expandiéndose con velocidad increíble en menos de 10-30 s. La perfecta simetría del esquema de cosas original se rompió sucesivamente a medida que el enfriamiento ocasionado por la expansión configuró las cuatro fuerzas de la naturaleza tal y como las conocemos hoy. Durante un tiempo el universo fue una sopa caliente de quarks y gluones y leptones, pero cuando había transcurrido una diezmilésima de segundo, esta era de transformaciones rápidas acabó y la materia del mundo tomó la forma familiar de protones, neutrones y electrones…”

Génesis y Big Bang, ¿compatibles?

¿Qué tiene que ver este relato con los que encontramos en el Génesis? ¿O con lo que afirma la fe monoteísta sobre el origen del mundo?

La Física y la Teología tienen por común objeto indagar las causas de las cosas que suceden en el mundo. Pero se distinguen en que el tipo de causas que buscan: La Física y las ciencias naturales se preguntan por la causa eficiente; la Teología por la causa final.

La causa eficiente de que un clavo esté clavado en la pared es que le han dado un martillazo. La causa eficiente describe cómo han  sucedido las cosas. La causa final nos explica la finalidad: ¿Por qué alguien clavó allí un clavo? La Física describe – y con notable precisión – cómo ha ido desarrollándose el Universo desde el primordial Big Bang. La Teología trata del porqué: ¿Por qué existe el ser y no más bien la nada?

En este sentido ciencia y religión se sitúan en planos distintos y no se contradicen. Cito las palabras del Padre Lemaître en una conferencia pronunciada en 1936:

“El científico cristiano debe dominar y aplicar con sagacidad la técnica especial adecuada a su problema. Tiene los mismos medios que su colega no creyente. También tiene la misma libertad de espíritu, al menos si la idea que se hace de las verdades religiosas está a la altura de su formación científica. Sabe que todo ha sido hecho por Dios, pero sabe también que Dios no sustituye a sus creaturas. La actividad divina omnipresente se encuentra por doquier esencialmente oculta. Nunca se podrá reducir el Ser supremo a una hipótesis científica […]” 

Más allá de un deslinde de niveles: el principio antrópico

Esta distinción de planos es el marco de una “sana convivencia” entre ciencia y religión. En gran medida, la teología del siglo XX se ha limitado a señalar esta distinción. Pero recientemente, están sonando cada vez con más fuerza la voz de pensadores que piden ir más allá de un deslinde de competencias.

Los planos de la ciencia y de la fe son distintos, pero no son perfectamente paralelos: Hay líneas de intersección. Quizás la más interesante de todas sea lo que se ha venido a llamar el principio antrópico.

Vivimos en un universo cuidadosamente ajustado, es decir, un universo que parece haber sido meticulosamente adaptado para permitir la existencia de la vida que conocemos.

Una entre Descripción: 10elevadoa10elevadoa123.tif (diez elevado a diez elevadoa 123)

Es una probabilidad ínfima, muy inferior a la que te toque la lotería de navidad no dos años seguidos sino todos los años durante toda la edad del Universo. Una probabilidad muy inferior a la que un mono, adiestrado para golpear al azar las teclas de un ordenador, escriba El Quijote.

Una explicación a tanta “casualidad” es postular la existencia de un diseño inteligente. Que un mono, golpeando al azar las teclas de un ordenador, escriba un libro inteligible es harto improbable. No lo es si quien está tecleando es un ser humano inteligente. 

Claro está que ésta no es la única solución al problema planteado por el principio antrópico. Hay quienes postulan la existencia de universos alternativos, miles y millones de ellos. Nosotros vivimos en el que ha resultado ser – por casualidad – en el que ha sido capaz de evolucionar hasta producir vida y vida inteligente (Esto es lo que dice más o menos Stephen Hawking).

Otros postulan que lo que hoy puede parecernos inexplicable será explicado por la ciencia en un futuro. Pero esto es un argumento de fe. Además, la evolución científica no ha producido modelos de universo cada vez más deterministas. Hoy el Universo es un lugar mucho más misterioso que hace 100 años.

Un último grupo de pensadores cree que el principio antrópico es una trivialidad. Si el Universo no fuese como es no estaríamos aquí. Según ellos, el hecho de que estemos aquí, no prueba nada.

Ciertamente, la hipótesis de que detrás de este asombroso universo hay un ser inteligente es una conjetura atrevida. Pero quizás sólo una respuesta así de osada pueda dar respuesta adecuada al enigma asombroso que es el Universo.

“Para el que cree en Dios, la belleza racional del mundo físico no es sólo un hecho bruto, sino un reflejo de la mente del Creador. La experiencia estética y las intuiciones éticas no son sólo construcciones sociales o psicológicas, sino indicios del gozo de Dios en la creación y de su justa voluntad. La experiencia religiosa no es una proyección humana ilusoria, sino el encuentro con una realidad divina. Hay una totalidad integradora en la descripción física que encuentro intelectualmente satisfactoria, aun cuando ella deba luchar a brazo partido con el misterio del Ser infinito.

El creyente y el ateo examinan por igual el mismo mundo de la experiencia humana, pero ofrecen interpretaciones de él incompatibles. Mi tesis sería que el teísmo ofrece una comprensión más profunda y abarcadora que la aportada por el ateísmo. Los ateos no son estúpidos, pero explican menos” .

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