Episodio 52. Hinduismo y Judaísmo, los trasfondos de Buda y Jesús

Para comprender la doctrina de Buda, como para comprender la doctrina de Jesús, es necesario conocer las religiones en las que ellos fueron formados.

En el caso de Jesús es el Judaísmo y la necesidad de todo cristiano para conocer esta religión es tan crucial que para los cristianos, el Antiguo Testamento es parte de su Biblia.

En el caso de Buda, la religión en la que fue educado fue el hinduismo

El hinduismo es de las así llamadas “religiones naturales” en el sentido de que no tiene un personaje histórico como fundador, sino que surgió como parte de la vivencia religiosa de un pueblo que hunde sus raíces en la historia más remota.

La diferencia teológica más fundamental entre el hinduismo y el cristianismo es que éste último es monoteísta y aquel es politeísta.

En la historia de las religiones, es mucho más “normal” ser politeísta que monoteísta. De hecho, solo hay tres religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam, y las dos últimas dependen en este punto de fe del judaísmo.

La agricultura parece ser que fue descubierta en cuatro lugares de la tierra de manera independiente: Centroamérica, Oriente Medio, India y China, pero el monoteísmo ha surgido en un único pueblo: Israel, y todo el resto de los monoteístas dependemos de este origen.

Así que el hinduismo es politeísta como casi todas las religiones del mundo. Otra manera de decir politeísta/monoteísta es decir creacionista/no creacionista. Me explico: los credos monoteístas no sólo creemos que hay un solo Dios, sino que afirmamos que este Dios creó toda la realidad de la nada. Esto hace que Dios no sea parte del mundo, está más allá, es trascendente. En el mundo podemos rastrear las obras de Dios, pero no hay dioses; Dios está más allá.

En el politeísmo, el Universo no ha sido creado por algún poder externo y trascendente, los dioses no están fuera de la realidad, están dentro.

En concreto, en la cosmología budista –que hereda del hinduismo– hay seis clases de seres sintientes: hombres y animales; fantasmas; titanes; seres infernales y dioses. Los dioses –al igual que los titanes, seres infernales y fantasmas– son tan parte del universo como los humanos o los animales, los dioses no ejercen un poder absoluto sobre la realidad. Son más poderosos que los humanos y tienen sus espacios propios en el Universo, pero no están por encima de él.

Este universo que lo incluye todo es eterno: no tiene ni principio ni fin. Y es cíclico. Todo surge y se destruye en el infinito ciclo de la vida y de la muerte. Toda entidad tiene principio y fin, pero luego el proceso se vuelve a iniciar. Los humanos, por ejemplo, nacen, crecen y mueren, pero después de morir, vuelven a reencarnarse.

La reencarnación es una de las creencias budistas (antes hinduistas) más fundamentales. Afecta a todos los seres sintientes, no solo a los humanos. Según el budismo, los dioses también mueren. Son muy felices viven muchísimos años, pero finalmente mueren y se reencarnan.

Y aquí viene otro de los conceptos fundamentales del budismo. El karma. El universo es justo, con una justicia que es un perfecto equilibrio entre el bien y el mal. Si hacemos el mal, ese mal permanece en el sistema, circulando en el eterno retorno de las cosas, y si hacemos el bien, lo mismo. Tarde o temprano el bien y el mal que hagas termina alcanzándote. Esta justicia se manifiesta especialmente en la reencarnación. Una persona que haya hecho el bien, se reencarnará en otra persona “mejor”: un mendigo, por ejemplo, podría reencarnarse en un príncipe o mejor, en un monje.

El karma no es un sistema de premios y castigos, es un sistema impersonal, una especie de ley de la naturaleza semejante a la Ley de la Gravedad. Así es como funciona el mundo, pero no hay nadie detrás del mundo “haciendo justicia”.

Esta visión cíclica de la realidad es muy distinta a la concepción bíblica. Dios crea la realidad desde fuera en un punto del tiempo, la historia se desarrolla de manera lineal hasta el final. De este modo, la Creación es un relato –con principio y fin– que revela un propósito. Cada ser humano que sucesivamente ha venido al mundo, vive un única vez y es juzgado una única vez por lo que ha hecho en su única vida.

Un concepto afín al de Karma muy importante en el budismo es el de Mérito. Mérito es en resumidas cuentas “buen karma” una especie de capital espiritual que uno va ahorrando y que será especialmente útil en el momento de la reencarnación. Uno puede adquirir mérito haciendo el bien, especialmente ayudando a los monjes. La mayoría de las escuelas budistas creen en la posibilidad de una transferencia de mérito de los más perfectos a los menos, de tal manera que se establece una especie de comunión entre los seguidores de Buddha. Algunas escuelas budistas creen también posible una transferencia de mérito de Buda a los creyentes. De esta manera se circunvala la fría justicia del karma, se humaniza un poco, pues podemos recibir ayuda de quienes están más avanzados que nosotros. Pero el karma sigue siendo karma, una ley impersonal

La idea de la misericordia divina en la revelación bíblica  contrasta con la de karma en que hay un Dios que tiene control sobre la realidad, aunque respete su autonomía. Dios puede alterar el rígido equilibrio entre el bien y el mal. Dios ha alterado definitivamente este equilibrio por la vida, la muerte y resurrección de su Hijo.

El cristianismo y el budismo tienen en común algo muy importante: que los humanos podemos influir con nuestras acciones en el equilibrio del bien y el mal en el Universo. El flujo de los acontecimientos no está predeterminado, el ser humano puede optar por el bien y cambiar para siempre este equilibrio.