26 de febrero. Octavo domingo del T.O.

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PRIMERA LECTURA.

Lectura de la profecía de Oseas 2, 16b. 17. 21-22.

Así dice el Señor: “Yo me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón.
Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor”

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 102.

Antífona: El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento ala ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.
Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios 3, 1b-6.

Hermanos:
¿Necesitamos presentaros o pediros cartas de recomendación? Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres. Sois una carta de Cristo, redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón.
Esta confianza con Dios la tenemos por Cristo.
No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo, como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios, que nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva: no de código escrito, sino de espíritu; porque la ley escrita mata, el Espíritu da vida.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 2, 18-22.

En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?»
Jesús les contestó: «¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar.
Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán.
Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres, y se pierde el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.»

UN AMOR CAPAZ DE IR MÁS ALLÁ DE LA INFIDELIDAD
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El profeta Oseas ha sido abandonado por su mujer, Gomer. Para mayor desgracia, el profeta sigue amándola. Es su drama, su experiencia más dolorosa. Sólo quienes han pasado por ese camino saben lo que es amar a alguien que te deja para prostituirse.
No es “pasión de gavilanes”, ni “el cuerpo del deseo”. Tampoco un “maltratador” intentando poner miel justificadora a rupturas cuyas soluciones son otras.

Es un ser humano que ama y se pregunta: ¿qué puedo hacer ante la negación de un gozo que hace opaca toda la existencia?

Su propia pena le lleva a intuir la pena de Dios ante el Israel idólatra. Dios conoce la experiencia de la traición, de los abandonos. Sabe Dios del barro pantanoso del que estamos hechos.

Este es un dolor que envejece y encierra. Cierra las puertas a la esperanza creativa. Nada más frustrante que la decepción provocada por las personas que amamos.

En Oseas hay una dimensión tierna y amorosa que le impide encerrarse. Aunque su mujer sea una prostituta, la ternura que hay en él no renuncia a comprenderla. Es verdad que no puede dejar de quererla.

Israel es esa mujer infiel que se ha prostituido con los baales, los dioses extranjeros. Que se ha olvidado de su marido. Se ha entregado a la idolatría que destruye el sentido histórico de la salvación.

Yavé Dios es ese esposo traicionado.

Y Oseas comprende en su propia vida el drama del amor de Dios traicionado por Israel. A Dios le pasa como a él, que ama apasionadamente y no piensa darse por vencido.

Dios no quiere imponerse, por eso va a recordarle su amor primero, vuelve a tomar la iniciativa “hablándole al corazón”. El hebreo se expresaba diciendo que conocía con el corazón. Dios no se quedará en uno de nuestros gestos, sino que amando el primero generará una dinámica que lo haga todo nuevo, como el mismo amor.

Hablará de volver a casarse, pese a la infidelidad. Habrá una nueva oportunidad, se puede volver a empezar. Dios no mira lo destructivo del pasado.

Vendrá como novio cargado de dones para la novia (Israel): la justicia, la misericordia y la fidelidad. Este es un amor que borra el pasado que humilla.

Con Oseas comprendemos que quien se sabe amado, tiene más fácil optar por amar. Y que quien ama al otro orienta su vida hacia el amor de Dios. Que no hay más que un amor.
San Pablo mostrará esta realidad nueva aclarando que la antigua alianza estaba en tablas de piedra, pero que el lugar de la nueva es el corazón de los humanos.

Lo que es intuición en Oseas en Jesús se ha hecho realidad: ha comenzado una manera nueva de relacionarnos con Dios.

El evangelista Marcos quiere subrayar que lo nuevo que no puede ser encerrado en lo viejo es la presencia de Dios en Jesús.

Quien vive una cercanía con Cristo sabe que los tiempos nuevos han llegado ya. No hay que esperarlos o provocarlos a través de prácticas ascéticas. Es posible una intimidad que renueva la esperanza.

Lo nuevo es Jesús adentrándonos en un hecho gozoso: ahora es tiempo de boda. Y ese gozo está en el centro de las Bienaventuranzas. Eso gozo es el reencuentro de los amigos con el crucificado que vive.

Un padre de la Iglesia, escribió: “Cristo Resucitado hace de la vida del ser humano una fiesta continua”.

Jesús, que es el novio conocedor del precio que tiene que pagar, defiende a sus amigos ante los que exigen ayuno y penitencia. Ante los que llevan cuentas del mal. Los que no quieren aceptar que con Él ha comenzado un tiempo nuevo.

Él intercede por nosotros.

Pero lo amigos del novio que es Jesús no olvidarán la libertad aprendida del amigo, ante el sábado, las abluciones, los ayunos por añoranzas del Mesías…. Ellos saben que la letra de la ley no nos da lo que nos exige. Es el Espíritu que hace presente a Jesús el que llena de fuerza nuestros corazones y una y otra vez nos renueva.

El Cristo que es el Dios vivo no se puede encerrar en viejas vasijas. ¡¡¡Estallarán!!! Todo saltará por los aires.

Participaremos en el misterio de la cruz, pero por amor soidario. Ayunaremos, pero para hacer denuncia de todos los que no tienen acceso al gozo de la fiesta. Nos plantearemos un redescubrimiento de la ascesis, pero como responsabilidad ante la tentación de vivir poniendo remiendos.