26 de marzo. Cuarto Domingo de Cuaresma
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PRIMERA LECTURA
Lectura del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23.
En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén.
El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.
Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.»
En el primer año de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:
“El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los
reinos de la tierra.
Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén,
en Judá.
Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con
él, y suba!”»
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 136.
Antífona: Que no me olvide de Tí, Señor
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras.
Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros
opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.»
¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios 2, 4-10.
Hermanos:
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo –por pura gracia estáis salvados-, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él.
Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Juan 3, 14-21.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que no cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
PARA ARRIBAR AL PUERTO DE LOS CRISTIANOS
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No me gusta nada la imagen de la serpiente. Me repugna ese animal. No sé si Freud tendría algo que decir al respecto, pero … ahí está el hecho. Todo el atractivo que siento por África se congela cuando de una u otra manera aparece “la bicha” en la conversación. Sé que hay personas para quienes este animal tiene otros encantos. Los hay que han decidido tener en su casa una serpiente; pero no me gustaría ser uno de sus vecinos. Este animal representa todo aquello ante lo cual me siento incapaz. Desde lo más primario a lo más reactivo. Me provoca en todo el sentido de la palabra un asco incontrolable. Quizás por eso siempre me ha parecido que la serpiente del emblema de ETA los retrata.
Quizás no pasa de ser una fobia gigante pero al hablar hoy del evangelio no quiero eludirla como imagen, prefiero entrar en ella.
Jesús habla hoy de la serpiente que Moisés elevó en el desierto para transmitir salud. Un a modo de antena en la que tuvieron eco todos los lamentos orantes de los mordidos. Dios escuchando el quejido de los injustamente tratados cuando atravesaban el desierto de su liberación.
Me digo a mí mismo: seguro que tiene un sentido más hondo que mi fobia. Y acudo a la otra imagen de la serpiente unida a la infancia, aquella con la que siempre me encontré al entrar en la farmacia.
El P. Nicolás Ayouba, redentorista nigerino, pasa unos días en España compartiendo con nosotros los proyectos posibles en Tchirozérine (Níger). Nos habló en el retiro de cuaresma y está participando en algunas eucaristías y encuentros con amigos de Acoger y Compartir. Él me contaba, hablando de mi fobia, que había comido serpiente (¡claro que se lo dijeron al terminar el convite) y que la encontró exquisita. Refiriéndose a una tradición africana intentaba hacerme comprender que a quien ha comido serpiente ésta ya no te ataca. Pero no tengo ningún interés en constatarlo. Nos reímos juntos sobre el tema y mis temores, después continuamos la conversación sobre los proyectos necesarios en la Misión de Tchirozérine. Pero… pasada la conversación, se quedó ahí la cuestión haciendo su trabajo… molestando.
Ni de broma se me ocurriría hacer un paralelo entre la “serpiente” y los “africanos”. No obstante, algo se había movido en mi y conscientemente me ayudaba a comprender el comienzo del Evangelio de hoy: Jesús se identifica con la serpiente, con lo que me produce asco, con esa realidad a la que no quiero dedicarle mi atención, con aquellos ante los cuales giro la cabeza y miro para otro lado, con todo lo que remueve lo peor de la cultura a la que pertenezco, con lo que bloquea mis afectos y sentimientos generando un rechazo instintivo. La imagen de Jesús me pone ante mis límites, mis bordes. Las responsabilidades mal asumidas y peor realizadas. Me pone nervioso.
¿Y si fuera verdad que Jesús se ha colocado libremente en ese lugar donde me descubro más vulnerable? ¡Incontroladamente frágil! ¡Culturalmente más a la defensiva! ¿Y si fuera verdad que la vida, la salud, la salvación, están en el mismo acontecimiento que es la muerte?
Desde el lugar de mis fobias, mis rechazos, mis resistencias… brota un hilo de luz. Allí donde asumo mi responsabilidad en la culpa sin culpabilizarme, donde acojo lo que es pecado en mi opción por Jesús, aparece una realidad que no se debe a mi mismo sino “que es un don de Dios”.
Jesús se ha puesto en el último lugar, es decir, en la cruz de los despreciados, para que yo no tema atravesar las tinieblas, los lugares del miedo y la condenación. Quiere hacerme comprender que no está ahí para condenar, sino para horadar lo que me hace víctima del tedio o la culpabilidad liberándome con su gesto redentor.
Yo puedo decir que no lo necesito, que me redimo a mí mismo; pero Él no me quiere menos por eso. Él cree en mí y en la fuerza de la luz que aporta.
Quizás la cuestión sea la luz que emite. Quema lo que hace enfermar a mi espíritu. Pero también pone ante mis ojos una procesión de embarcaciones precarias intentando llegar al puerto de Los Cristianos. (¿!). En mí un intento justificador: ¡Son aguas internacionales!. Y esa luz refleja los rostros de todos los que se han hundido en la oscuridad de ese mar. Entre 1200 y 1700 jóvenes, y sus familias, y sus sueños. Escucho cómo se buscan culpables… la guardia civil… funcionarios que no prestaron atención a unos informes… Mauritania y su gobierno golpista… todo menos asumir la acusación que genera lo que hemos hecho, menos mirar a la serpiente. Bueno, la Unión Europea entregarás euros, miles de euros, millones de euros.. pero no seremos capaces de descubrir la salvación que hay en el humillado ensalzado por Dios.
Toca huir de Dios. Nos redimimos solos.
El evangelio de la serpiente me dice que donde hay pecado puede sobreabundar el don, la gracia, la luz si asumo la acusación que llega hasta mi desde las tinieblas con las que pacto. Lo que hago no es indiferente. ¡Ah, la serpiente de ETA! ¿Será verdad que ha llegado la hora de mirarla y ver una realidad nueva?
Ciertamente estoy falto de conversión. ¡Tiene sentido la
Cuaresma! Necesito hacer la travesía que permite arribar al puerto
de los cristianos.