12 de noviembre.
Domingo XXXII del T.O.

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PRIMERA LECTURA

Lectura del primer libro de los Reyes 17, 10-16.

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»

Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.»
Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»

Respondió Elías: «No temas. Anda prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después.
Porque así dice el Señor, Dios de Israel: 'La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra'»

Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo.
Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 145.

Antífona: Alaba, alma mía, al Señor.

Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos.

El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos.

Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 9, 24-28.

Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres –imagen del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.

Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces –como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo-. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.
Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio.

De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quietar los pecados de todos.
La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que los esperan, para salvarlos.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 12, 38-44.

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

COMENTARIO A LA PALABRA:

¿ATRAPADOS EN LO QUE NO FUNCIONA?
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“Cuando se da nunca falta”. La frase no es mía, me la dijo una anciana en la sierra de Almería durante una Pascua con jóvenes. La frase fue acompañada por un gesto similar a los de los textos de este domingo. Quizás ella no conociera a la viuda de Sarepta ni a la empobrecida del evangelio; pero como ellas, vivía algo auténtico. Intuía por donde pasa la salvación del Dios vivo y, por eso, no se dejaba atrapar por lo que no funciona.

La primera lectura juega con la imagen de la sequía para decir cuál era la situación de un país entregado a los dioses que no pueden salvar.

La sequía como figura de la esterilidad en la administración y gobierno de un país. Como efecto de la maldición de un profeta que habla en nombre de un Dios que ama la vida.

La sequía como la negación de la vida ante el poder castrador de ricos y arrogantes, vanidosos e insensibles explotadores de los socialmente débiles.

La poderosa reina Jezabel y sus dioses de la fecundidad no pueden hacer llover. (Prometo que no escribo esto pensando en la ministra Narbona… además, aquí ya ha llovido. Y ninguno de nosotros cree en la literalidad del texto que comentamos).

En el trasfondo de la acción, dos tipos de actores sociales. La poderosa Jezabel capaz de decidir exterminar al profeta de Yahvé y organizar, con cargo a las arcas del Estado, un profetismo de Baal…

Por otro lado, el huido y nada delicado profeta Elías, sin más fuerza que la fe en Yahve… aunque también, otro tipo de mujer: la buscadora de leña de Sarepta, pobre y viuda con un hijo.
Estos últimos tienen en común que ante la crítica situación son capaces de poner en juego todo lo que son y tienen a través de su fe en Dios.

La viuda de Sarepta es bendecida por su capacidad de acogida, por su compartir con el profeta del fuego. Mujer, pobre y viuda; pero capaz de implicarse en la suerte de un exilado extranjero.

Dios acudiendo a la fuerza de los débiles y a la bondad de los paganos ante el rechazo de su pueblo. ¡Paradójico Dios Vivo!

Ya desde entonces Dios está buscando otra manera de relacionarse con los seres humanos, para hacer posible el milagro de llegar a dar lo que no se tiene. Mejor dicho, para dar de lo que se me ha dado, de lo que soy, lo que es don: un futuro vivo y sostenido por la confianza en Dios, unas relaciones humanas capaces de sentir con el que está en necesidad.
Cierto tipo de intereses y poderes nos roban los mejores sentimientos, lo que nos permitiría experimentar la belleza del alma humana. Nos saca del ángulo de visión de Dios.

La lectura del libro de los Reyes coincide con el Evangelio de Marcos en que pareciera que Dios se identificara con estas mujeres a las que la vida les ha robado el afecto y los bienes y las ha empobrecido. Pero no han podido con su bondad, con la generosidad de su corazón, con la intuición profunda de por donde pasa la salvación.

Jesús, camino de su muerte y resurrección, desde el mismo templo, sugiere un punto de mira. Indica hacia dónde orientar la mirada. Dice a sus discípulos en quién están puestos los ojos del Dios vivo.

Ante el tesoro del templo, un ser humano empobrecido pero capaz de compartir. Una de las que no cuentan, pero que vive algo tan íntimo y personalizado con su Dios que elige no reprimir la bondad de su corazón.

Y así como el grito de los explotados en Egipto era escuchado por el Dios que los liberó del tirano, el sonido de esa mínima limosna en la que iba todo, resuena en el corazón del Dios vivo que ama lo que nos salva.

Jesús no quiere que sus discípulos entren en el juego de los escribas.
Prefiere que pongan sus ojos en este ser inocente que, empobrecido, no ha renunciado a confiar en Dios. Y que con ese gesto no violento quita toda credibilidad al negocio-montaje del templo.

Estas dos mujeres, la de Sarepta y la del Templo, últimas de las últimas, dan su vida. Siguiendo la segunda lectura de este domingo … ¿no resultará que también el Dios Vivo es mujer, necesitado de afecto, pobre en su hijo, capaz de salvar la bondad humana por el milagro del compartir? ¿Estará Dios queriendo salvarnos de lo que no funciona?

El pasado fin de semana en La Yedra, durante el encuentro Comienzo de Curso de AyC, hemos dicho que necesitamos recuperar “lo de Dios” en nuestro horizonte cotidiano. ¿Seremos capaces de mirar a nuestro mundo, a nuestras sociedades, y hacerlo con una mirada creyente que nos enseñe a percibir a Dios actuando en ellas gracias a las/os que no cuentan?