3 de diciembre. Primer domingo de Adviento

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PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Jeremías 33, 14 16

«Mirad que llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella hora, suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra. En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: «Señor—nuestra—justicia».»

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 24.

Antífona: A ti, Señor, levanto mi alma.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 3, 12—4, 2

Hermanos:
Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre. En fin, hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos: Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 21, 25 28. 34 36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedaran sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»

Comentario a la Palabra


¡VEN, SEÑOR JESÚS! ¡DESPIÉRTANOS!
________________________________________

¡Ven, Señor, y cumple tu promesa!

Sopla sobre las brasas de nuestra Esperanza
y suscita un anhelo que nos libere del miedo a nuestra fragilidad.

Ven junto a nuestros hermanos de Líbano
y su derecho a una vida en paz desde la pluralidad.

Llena estos días y siempre con tu confianza,
el trabajo y la espera de José María en Costa de Marfil
pese a los jóvenes militares drogados y emborrachados
por quienes los utilizan para el miedo que niega tu Adviento.

Ven a los cuerpos y rostros de las mamás del Níger
que ven a sus pequeños comidos por la hambruna y la ignorancia.

Llena con la gloria que vienes a José, Dolores y Nicolás
para que puedan sostenerse entre el dolor que causa
la espera interminable cuando se lucha con la muerte y la injusticia.

Ven, Señor, a la nueva maternidad de Tchirozérine, en Níger.
Estate junto a tantas mamás africanas o de otros continentes
que dando a luz en sus chozas, sin atención ni ternura,
ven cómo se les va la vida con el hijo que llega.
Que no mueran, Señor, las mujeres que alumbran,
que nos ofrecen el don precioso de la vida.
En su entrega ellas nos recuerdan que tú vienes.

Renueva con tu venida el compromiso del obispo Kevin
en Rustemburg –Suráfrica-,
y su empeño en detener el Sida
haciendo posible la atención médica y humana
además de entregando preservativos a los pobres.

No dejes de tu mano a Benjamín,
empeñado en que los Adivasis sin techo de Mymensingh
–Bangladesh- tengan una casa aunque sea sencilla y humilde
como la que tú conociste.

Esperamos los días en que cumplas tu promesa, Señor.
Quizás la estás cumpliendo
a través de todos los que alimentan la esperanza y la paz y la justicia que viven con el corazón abierto.

Llégate, Señor,
hasta quienes en Haití se sienten hundidos
por el peso de la violencia, el rencor, el odio
y el espíritu de revancha.
Haz brotar las fuentes de agua dulce
que posibilitan a los niños tener infancia y jugar y reír
y abrir libros que construyen caminos de paz.
Que los pozos y las escuelas aporten el agua potable
que impide buscar soluciones en la venganza política.

En este adviento, Señor,
quisiera creerme y vivir algo aprendido estos días:
Que el verdadero saber es fluido y humilde.

A las puertas de este Adviento
te pido Señor por mi amigo Rubén, rabino en Jerusalén.
Que no pierda su mirada aguda y alegre, ancha y generosa.

Con el profeta Jeremías te recuerdo tu promesa de que será posible vivir tranquilo en Jerusalén.

Alienta en este Adviento
a quienes hacen posible escuelas
a las que acuden niños palestinos y niños judíos
pese a las amenazas terroristas.
Ah, Señor, no permitas que se desalienten
los que en este momento del mundo tienen sueños de fraternidad.

Te gritamos, a voces sostenidas de día y noche,
con todos los palestinos: “Señor-nuestra-justicia”.
Nos asusta tanto tiro al aire,
tanta casa derruida, tanto adolescente entrenado en las lágrimas.
¡Cumple tu promesa! ¡Ven, Señor!

Que se detengan los otros señores de la guerra.
Pasa tú, Señor de la paz, por los campos de Afganistán.
Observa el temblor de hombres robustos
obligados a permanecer donde no hubieran ido nunca.

Señor, enséñanos sendas y caminos de lealtad
que lleven humildemente a lo que salva,
a la alianza contigo
que se parece tanto al beso de la paz con la justicia.

No permitas, Señor, que tus fieles te defiendan con pistolas.
Tú, que te confías a la misericordia.

En este Adviento, Señor,
alienta la serena palabra de Berta,
maestra ZEN que busca ayudarnos a entrar
en la calma de la compasión y la liberación de nuestro ego.

Ábrenos con los creyentes budistas tibetanos y los hinduistas
al amor más universal, más allá de toda frontera y condicionamiento.
Como en Tesalonicenses este domingo,
cólmanos, Señor, hasta rebosar de amor mutuo y a todos.

Que aprendamos a proceder como te agrada a ti, Señor.
Para no detenernos, para seguir adelante.

Resuena en mi la pacífica palabra dicha a Werker Daniel Maribor, mapuche de Chile, pidiéndole perdón por el daño ocasionado a los indígenas. Pero no bastan las palabras.
El gobierno de Chile tiene en la cárcel a 12 de sus compañeros.
¡Ven, Señor! Haz posible el milagro del perdón que sana.

Adviento,
tiempo de la Esperanza que sobrepasa toda tragedia humana.

¿Cómo se lo puedo decir a mi amigo Berna? Musulmán de Niamey al que no se le concede el visado para poder salir de su país.
¿Cómo se lo digo a Moussa? Joven musulmán en el centro de acogida a refugiados de Valencia, que necesita un trabajo y sus papeles como refugiado para no volver a su país donde le esperan los mismos que asesinaron a su padre.
¿Cómo se lo digo a Mansur Abdussalam Escudero, amenazado de muerte por defender un Islam abierto y dialogante, no represor de los derechos de la mujer?

¡Ven, Señor Jesús!
Danos agudeza de mirada, fe honda y sencilla, capaz de discernir para no quedarnos atrapados en lo que no funciona
en lo que impide ver la Esperanza que nace, que viene, que germina en tantos seres humanos habitados por semillas de fraternidad.

Señor,
que yo no niegue la angustia ni el enloquecimiento que pasa por mi. Que tampoco deje de dolerme la falta de aliento
en tantos que caminan conmigo y les estremece el miedo.
Pero que tampoco silencie ese punto de luz que eres tú viniendo envuelto en la gloria que salva lo humano.

Desde ese pequeño punto de luz,
te pido fuerzas para mantenerme con tantos otros y otras;
mantenerme de pie ante ti el Hijo y el Hermano.

Porque los que esperan en ti no quedan defraudados (Salmo 24,3) Que en este Adviento, esa certeza se haga experiencia, Señor.

¡Ven, Señor Jesús! (Ap.22,20)