Entrevista con el Hermano Alois,
nuevo prior de la Comunidad de Taizé

Leer el otro artículo: "Taizé ha abierto un camino" Crónica de la vida y muerte del Hermano Roger

Publicado por la revista Vida Nueva

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"Tenemos confianza en vivir una continuidad sin rupturas"

Amablemente ha dicho que sí a la entrevista para Vida Nueva. Él mismo dispone la mesa con zumo, café y leche bajo los arces que dan sombra a la entrada de la casa. Un ramo de girasoles destaca la belleza del paisaje. La mañana está llena de luz. El clima es suave, como los perfiles de las viejas colinas borgoñesas que rodean Taizé. Pero el verano que se va ha sido de prueba para esta comunidad ecuménica de la que ahora es nuevo prior Hermano Alois. Viven aún el luto por el asesinato del Hermano Roger. No obstante, el clima de perdón es intenso.
La muerte violenta de Hermano Roger abre preguntas difíciles de responder. Desde la fe, ¿qué sentido le encuentra? ¿Cómo lo ha vivido usted?
– Aún no podemos poner palabras a lo que hemos vivido, es demasiado temprano. Es un misterio la manera como Hermano Roger ha encontrado la muerte. Su muerte nos habla.
Taizé ya tiene 65 años. Es una comunidad con raíces. Está acostumbrada a vivir desafíos, ¿qué va a ocurrir tras la desaparición del fundador?
– Para nosotros es claro que tras la muerte del Hermano Roger el periodo de la fundación ha terminado y que acabamos de entrar en el periodo de la continuidad. Con la confianza de que algo crecerá. Permaneceremos cercanos al Evangelio, a la escucha de la palabra de Dios, para vivir de Cristo Resucitado.
Hermano Roger deja una herencia espiritual llena de intuiciones. Ahora la comunidad tendrá que hacer más concretos esos matices ¿De qué modo va a ser eso? ¿Habrá cambios?
– Debemos buscar la continuidad en las intuiciones fundamentales del Hermano Roger. Continuarán estando presentes en nuestra vida. Esto significa que en nosotros hay un compromiso monástico para toda la vida, que viviremos siempre de nuestro trabajo, que buscaremos anticipar una unidad. Y que una parte de nuestros hermanos continuarán viviendo entre los más pobres, lo mismo que seguiremos acogiendo a todos los jóvenes. No debemos excluir las adaptaciones que la vida exige, pero es evidente que para nosotros se trata sobre todo de continuar. Dios nos guiará si nos atrevemos a vivir el hoy de Dios.
¿Por qué la Comunidad de Taizé ha elegido estar presente con fraternidades provisionales en lugares de extrema pobreza como Senegal, Bangladesh, Brasil, Corea…?
– Desde los comienzos, el Hermano Roger ha enviado a hermanos para compartir la vida de los pobres. No podemos sencillamente retirarnos en nuestra colina de Taizé. Hay que ir y descubrir allí lo que significa vivir el evangelio hoy. Los hermanos que viven en las fraternidades nos ayudan a descubrir cómo compartir el evangelio.
La paz del corazón
El Hermano Roger ha pagado con su vida la confianza en la que ha creído y de la que tanto habló a jóvenes y adultos ¿Qué añadiría usted ahora a la palabra confianza?
– La palabra confianza permanece como la palabra a través de la cual el Hermano Roger nos ha indicado el camino. La confianza en Dios, en los otros, y por la que podemos sobrepasar todas las divisiones. Él la vivió hasta el final con gran simplicidad y es en esa sencillez en la que nosotros quisiéramos continuar.
Recientemente, uno de nuestros hermanos llamaba la atención sobre la insistencia que el Hermano Roger ponía en la paz del corazón. Era como un saludo al final de la comida: “En todo, la paz del corazón”. Un hermano me decía: el Hermano Roger dio a comprender que esa paz no es algo fácil, sino que es una exigencia esencial para los cristianos, que ella reclama al ser humano por entero, tanto su interior como lo externo. Esa paz requiere toda la vida. Insistió siempre en esa paz. Una comunidad es una realidad frágil, si es realmente una comunidad viva y no una realidad demasiado organizada. Si una comunidad es en verdad según el Evangelio, ella vive con un gran respeto, los unos hacia los otros, con un gran sentido de la gratuidad. Entonces se comprende que la paz que el Hermano Roger pedía para todos cada día es a lo que de verdad podemos aferrarnos, no como a una solución fácil, tampoco como una manera de retirarse en sí mismo, sino al contrario, como una llamada a ir hasta el final siguiendo a Cristo.
Hay quienes han comparado la muerte del Hermano Roger con la de otros hombres de paz como Luther King, Foucauld, Romero, Gandhi… ¿No supone esto una responsabilidad demasiado grande para su comunidad?
– Sí, el hecho de que el Hermano Roger, como tantos otros, haya dado su vida es para nosotros un desafío enorme. Verdaderamente él quería vivir un compromiso de toda la vida, no solamente una etapa, sino entregar toda la vida. Ese don de nuestra vida comienza cada día.
Otros dicen cosas del Hermano Roger, como que “encarna una elevación del nivel de conciencia de la humanidad”. ¿Cree usted que Roger supone una propuesta de profecía no violenta hecha como un don a las Iglesias de este final y comienzo de siglo? ¿Cree que esta profecía que es su vida dada ha sido tomada suficientemente en serio?
– El Hermano Roger a menudo decía que él no era un maestro espiritual, que nosotros solamente queríamos acompañar a los jóvenes en su búsqueda. Y es en esa sencillez en la que quisiéramos continuar. Nos conmueve que ese mensaje haya alcanzado a tantas personas a través del mundo y nos parece evidente que aún no hemos llegado a tomar toda la medida de lo que el Hermano Roger sembró en el transcurso de su larga vida, y no solamente entre los cristianos. La semana pasada un amigo, el antiguo director de Redacción del diario Le Monde, escribía que el Hermano Roger “había como reinventado una manera de ser humano, con las palabras comunes a todos”.
¿Los hermanos de la primera generación, cómo viven esta muerte?
– Para todos nosotros la ausencia del Hermano Roger crea un gran vacío, especialmente quienes le acompañaron desde el principio. Hace unos días, un hermano que está aquí desde hace 60 años, recordaba los comienzos de la comunidad en los que faltaba de todo y en los que los hermanos tenían que formarse en todos los oficios. Hay una confianza en ellos y en todos nosotros de que podemos vivir una continuidad sin ruptura.
Como nuevo prior de Taizé, ¿qué sueños tiene para su comunidad?
– Que la bondad de corazón sea siempre alentada entre los hermanos, en la comunidad. Sin esa bondad de corazón no iríamos demasiado lejos.
Hay muchas personas que se hacen preguntas sobre usted, les gustaría conocer al nuevo prior de esta comunidad ecuménica, ¿cómo se presentaría ante quienes no le conocen?
– Como un pobre que busca vivir de la confianza en Dios. Para eso necesito de hermanos y vivir constantemente entre nosotros la reconciliación.
Cuando era un joven hermano usted acompañó con frecuencia al Hermano Roger en sus estancias en Brasil, Suráfrica, India... ¿qué le supuso ese encuentro con la pobreza?
– Para mí fue mi primer contacto con la pobreza. Fue muy difícil. ¿Qué hacer? ¿Cómo vivir una solidaridad? En Haití aprendí dos cosas para toda mi vida. En un gran barrio de chabolas en Puerto Príncipe aprendí de los pobres que ellos no sólo esperaban algo sino que también esperaban a alguien. Hay que atreverse a ir allí, con ellos, aunque no tengamos respuestas. Hay que estar cerca de ellos, próximos. A través de una sencilla presencia puede nacer una esperanza. La segunda cosa que aprendí fue la alegría. La alegría que podemos encontrar entre los más pobres. Eso no sólo me marcó a mí sino a todos los hermanos de la comunidad. Por eso un tercio de la comunidad vive entre los más pobres.
¿Qué propuestas le gustaría que las Iglesias hiciesen hoy a los jóvenes?
– Que las Iglesias sean lugares donde los jóvenes puedan desarrollar una vida interior. Los jóvenes están tan expuestos a la dispersión que hace falta ofrecerles, ayudarles a descubrir su vida interior. Y que ellos descubran la Iglesia como un lugar de amistad y de solidaridad.
Las Iglesias en Europa no pasan por su mejor momento. ¿Cuál cree que ha sido la aportación más original del Hermano Roger al ecumenismo?
– Creo que mostrar que la reconciliación es posible. Ya no podemos busca excusas para no reconciliarnos. Quedarán muchas cuestiones teológicas, pero ya podemos anticipar una reconciliación. El Hermano Roger dijo que había reconciliado la fe de sus orígenes con la fe de la Iglesia católica sin romper con nadie. Y nosotros continuamos por ese camino.
¿Qué posibilidades cree que tiene hoy el ecumenismo?
– Nosotros vemos que los jóvenes no comprenden las divisiones entre cristianos. ¿Cómo podemos hablarles de un Dios de amor y continuar divididos entre nosotros? El ecumenismo no tiene un fin en sí mismo sino para mostrar a Cristo. A los jóvenes que acogemos semana tras semana en Taizé quisiéramos, como Juan Bautista, señalarles a Cristo. No queremos formar un movimiento de Taizé, sino mostrar a Cristo y enviar a sus Iglesias locales a todos los jóvenes que vienen, para que puedan desarrollar allí con imaginación esos pasos hacia la unidad que ya son posibles.
Entonces, ¿por qué no llega la reconciliación? ¿Dónde están las barreras?
– En el corazón de Dios la Iglesia es una. Cristo no fundó fracciones. Él vino para congregar. Nuestras divisiones oscurecen el evangelio. Hoy se ha abierto un camino: descubrir los dones de cada Iglesia. Hay que tener mucho coraje para tomar ese camino, porque significa tener la humildad de acoger algo que viene de los otros.
El ecumenismo ha abierto el camino al diálogo interreligioso, ¿qué supone esto para la comunidad ecuménica de Taizé?
– Cuanto más enraizados estemos en Cristo, en el evangelio, en la Trinidad, más abiertos estamos a los demás, a las otras religiones, a todo lo que es profundamente humano. No debemos tener miedo de reconocer y de acoger los valores de otras grandes religiones y de lo que es humano. Al cardenal De Lubac, que ha sido hasta su muerte un amigo de nuestra comunidad, le gustaba esa palabra del padre Jules Monchanin que vivió mucho tiempo en India: “Mientras que todo lo humano no sea recogido en la Iglesia, la Iglesia no será más que adolescente: es necesario que ella crezca.”.
Los primeros hermanos y Roger soñaban con una Europa reconciliada. En la situación actual de Europa, ¿cómo darán continuidad a ese sueño?
– Concretamente ayudando a todos los jóvenes de Europa a entrar en un compartir más amplio. Que las diferencias de regiones no tengan que llevarnos ni a las divisiones ni a la violencia, sino a una complementariedad. Los últimos años, el Hermano Roger hablaba cada vez más de la paz. Estamos viviendo un momento en el que podemos seguir creando la paz en Europa para ayudar a la paz en otros lugares. Y ese sueño no es irrealizable.
¿Cómo ve usted la construcción de Europa y qué hace Taizé para contribuir a esa construcción?
– Para la construcción de Europa tenemos que despertar la voluntad. Si no hay voluntad en todos los europeos los políticos no pueden construir. Aquí en Taizé vemos que Europa se está construyendo y eso parece ya irreversible. Es impresionante cómo los países bálticos superaron rápidamente etapas que les permiten jugar un papel en la gran familia europea. Se ve en muchísimos jóvenes esa voluntad de vivir Europa en sus diversos pueblos. Hay que hacer un trabajo de escucha de los dones particulares de cada región de Europa.
En otro ámbito, diría que el papel de una comunidad que vive de la fe en Cristo es ayudar a descubrir todo lo que procede de la vida interior. Es de ahí de donde se saca el valor para ir hacia el futuro. Es ese valor el que muy a menudo falta hoy y que provoca repliegues.
Se ha dicho que usted es uno de los artesanos de la apertura de la Comunidad a los jóvenes que vienen de los países del Este. Usted visitó mucho esos pueblos durante la etapa de influencia soviética, ¿qué don aportan hoy los jóvenes del Este?
– La historia de mi familia ha sido una emigración del Este hacia el Oeste. Mis padres vienen de una región de lo que fue Checoslovaquia. Después de la guerra tuvieron que dejar su tierra, eran agricultores. Fue una herida para toda su vida. Después, yo he continuado más hacia el oeste, hasta Francia. Y aquí comprendí que es posible curar las heridas de la historia. Esas heridas no tienen por qué conducir a una agresión sino que como cristianos podemos ayudar a curarlas. Para mí ir hacia los países del Este era una manera de contribuir a esa creación de Europa.
Acogiendo cada semana del verano a cientos de jóvenes de los países del Este vemos todo lo que tenemos que recibir de ellos: la fe de los rusos que pasaron por la ideología atea, el sentido que tienen de la fiesta, de Cristo resucitado. La disponibilidad de tantos jóvenes polacos para vivir la fe. Frente a los desafíos que nos presentan nuestras sociedades, los cristianos tendremos necesidad de todos los dones, los de Occidente como los de Oriente, los del Norte como los del Sur.
Taizé quiere estar en el corazón del mundo de hoy. ¿Qué coste tendrá que pagar por intentar vivir ya reconciliados con todos en una sociedad que está marcada por la violencia, las desigualdades y las divisiones?
– En Taizé los encuentros con los jóvenes parecen muy alegres, pero permanecemos en la iglesia para escuchar a los jóvenes durante largas horas. Ahí nos damos cuenta de que cada uno trae sus preguntas, sus sufrimientos, y que todos buscan una curación. A menudo en Occidente el sufrimiento es invisible. Madre Teresa dijo en una ocasión al Hermano Roger que en Occidente hay lugares de muertos invisibles. Hoy, uno de los grandes sufrimientos es la soledad y el abandono humano. Si pudiéramos acompañar a esos jóvenes ya es mucho. Y si junto con los jóvenes pudiéramos saltar murallas… Resulta increíble hasta qué punto es importante esa escucha. Antes de hablar de solidaridad y reconciliación hemos de hablar de escucha. Es la misma cosa que queremos vivir aquí: que los jóvenes europeos escuchen a los africanos. Los africanos tienen la impresión de que nadie se interesa por su situación.
Situándonos ante los jóvenes de Occidente… usted sabe que no acuden a la iglesia. ¿Qué significa esta ausencia?
Es un gran desafío. ¿Qué hemos hecho para que los jóvenes no comprendan la belleza de la oración común? Es por eso que el Hermano Roger ha estado tan preocupado de hacer asequible las fuentes de una confianza en Dios en la liturgia. La liturgia nos conduce al corazón del evangelio sin demasiadas palabras. Que todos los que vengan a ella se sientan acogidos. ¿Qué podemos hacer cada comunidad, cada parroquia, cada iglesia? Hay que seguir buscando.
Y mirando a la vida religiosa , ¿qué opinión le merece como se vive hoy?
– Ha habido muchísimos cambios desde hace ya veinte años en la vida religiosa. Cambios preparados durante mucho tiempo. Cada comunidad religiosa intenta vivir su vocación en el mundo actual. Todos buscan cuáles son las intuiciones de los orígenes. Es importante escuchar las primeras intuiciones, pero también a los jóvenes de hoy. Con un oído escuchar los orígenes, con el otro el hoy. Estoy convencido de que la vida religiosa es un signo importante para los jóvenes, que ellos puedan ver a mujeres y hombres que se comprometen para toda la vida. En el corazón de los jóvenes que vemos existe siempre la pregunta: ¿Es posible vivir lo que anunciáis? Cuando ven una vida que corresponde al Evangelio algo se estimula en ellos. Sin duda, ésto es lo que podemos esperar de la vida religiosa.
Sé que es usted un gran guitarrista. Creo que Narciso Yepes, que venía a menudo a Taizé, le dio algunas clases. ¿Le quedará tiempo para tocar la guitarra?
– Es verdad que Narciso Yepes me dio algunas clases de guitarra, y no solamente eso, me quiso dar una guitarra. Pero como nosotros no aceptamos regalos, el Hermano Roger encontró una solución: hicimos un intercambio, él nos prestó su guitarra y nosotros le dimos un icono pintado por uno de nuestros hermanos. Es verdad que la música siempre ha sido importante en mi vida. Para la comunidad la música, el canto, es algo esencial, pero ahora toco la guitarra cuando estoy solo.
¿Por qué un encuentro europeo de jóvenes cada final de año en una gran ciudad? Estas navidades será en Milán. ¿Qué desafío es esa peregrinación?
–– Es esencial que continuemos esa peregrinación. Cada final del año hay un encuentro europeo para vivir un momento de paz en nuestras grandes ciudades. Cada año vivimos un asombro. ¡Hay tanta bondad en la gente! Gente contenta de poder vivir esa bondad. También lo vemos ante las grandes catástrofes, pero no esperemos esos momentos para mostrarla. Vivamos ya esa bondad en nuestras ciudades. Hace falta poco para vivirla. La hospitalidad es un medio para expresar esa bondad. Buscaremos también cómo continuar esa peregrinación de confianza en otros continentes. Crear ocasiones para mostrar el rostro de una Iglesia acogedora era una de las preocupaciones del hermano Roger que queremos continuar.
No quiero terminar esta entrevista sin preguntarle, ¿para cuándo un encuentro en Madrid?
– Para nosotros sería una gran alegría.


José Miguel de Haro, para Vida Nueva

Publicado por la revista Vida Nueva

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