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El verano pasado peregrinábamos por tierras de Israel, Palestina y Jordania, en busca de las raíces de nuestra fe. Este año, la mirada se dirige a nuestra realidad cultural europea, común y diversa, milenaria y actual.

El triángulo formado por Praga, Viena y Budapest puede considerarse como el corazón del antiguo Imperio Austríaco. Son ciudades en las que desde hace siglos se han encontrado personas de muy diversa procedencia que han contribuido a forjar la identidad europea.

Son capitales que nos recuerdan a través de su arte la belleza de la fe, pero también el sufrimiento que han causado en nuestra Historia los conflictos entre las distintas confesiones cristianas (como el que hubo entre católicos y husitas en Chequia, por ejemplo). El drama de la Iglesia en Europa es haber separado Reforma y Catolicidad, una tragedia cuyas heridas estamos llamados a sanar para hacer posible un futuro de paz y creatividad.

Nos trae a este viaje la figura de San Clemente María Hofbauer, un misionero redentorista del que celebramos el centenario de su canonización. A finales del siglo XVIII, Clemente se convirtió en el primer redentorista fuera de Italia. La Congregación redentorista, fundada como un grupo de predicadores itinerantes para el medio rural napolitano, se convertía con él en un grupo de misioneros urbanos y cosmopolitas, capaces de dialogar con la nueva cultura emergente de la Modernidad. Le recordaremos especialmente en Viena, ciudad de la que es co-patrono, con una celebración de la eucaristía en la bella iglesia gótica de Maria am Gestade, en la que está enterrado.

Nuestro viaje se llama Encuentro Intercultural. Viajar es un medio privilegiado para introducirnos en otras culturas, pero también para profundizar en el conocimiento de uno mismo. La distancia nos permite mirar con nuevos ojos una realidad, la europea, que se expresa en una gran diversidad de formas, y de la que formamos parte.